domingo, 7 de marzo de 2010

La vaca de la felicidad I


Sir Francis Bond Head, que el 18 de junio de 1815 estaba en Waterloo y en 1836 llegó a Toronto para ocupar el puesto de asistente del gobernador, a pesar de que su experiencia política era tan nula que nunca había votado en una elección,  pasó por Buenos Aires en 1825 en calidad de ingeniero de minas. En 1826, la editorial John Murray publicaba sus Rough Notes Taken During Some Rapid Journeys Across The Pampas And Among The Andes, obra conocida aquí por el título más sucinto de Las Pampas y los Andes y varias veces citada por Ezequiel Martínez Estrada en su Muerte y transfiguración de Martín Fierro.

Transcribo aquí la cita elegida por Martínez Estrada para el subcapítulo "Un importante personaje histórico: la vaca", de la segunda parte de Muerte y transfiguración:

Durante mi breve estada en Buenos Aires, vivía en una casa de las afueras, situada frente al cementerio inglés y muy cerca del matadero. Este lugar era de cuatro o cinco acres, y completamente desplayado; en un extremo había un gran corral de palo a pique, dividido en muchos bretes cada uno; con su tranquera correspondiente. Los bretes estaban siempre llenos de ganado para la matanza. Varias veces tuve ocasión de cabalgar por estas playas, y era curioso ver sus diferentes aspectos. Si pasaba de día o de tarde no se veía ser humano; el ganado con el barro al garrón y sin nada que comer, estaba parado al sol, en ocasiones mugiéndose o más bien bramándose. Todo el suelo estaba cubierto de grandes gaviotas blancas, algunas picoteando, famélicas, los manchones de sangre que rodeaban, mientras otras se paraban en la punta de los dedos y aleteaban a guisa de aperitivo. Cada manchón señalaba el sitio donde algún novillo había muerto; era todo lo que restaba de su historia, y los lechones y gaviotas los consumían rápidamente. Por la mañana temprano no se veía sangre; numerosos caballos con lazos atados al recado estaban parados en grupos, al parecer dormidos; los matarifes se sentaban o acostaban en el suelo, junto a los postes del corral, y fumaban cigarros; mientras el ganado, sin metáfora, esperaba que sonase la última hora de su existencia; pues así que tocaba el reloj de la Recoleta, todos los hombres saltaban al caballo, las tranqueras de todos los bretes se abrían, y en muy pocos segundos se producía una escena de confusión aparente,imposible de describir. Cada uno traía un novillo chúcaro en la punta del lazo; algunos de estos animales huían de los caballos y otros atropellaban; muchos bramaban, algunos eran desjarretados y corrían con los muñones; otros eran degollados y desollados, mientras en ocasiones alguno cortaba el lazo. A menudo el caballo rodaba y caía sobre el jinete y el novillo intentaba recobrar su libertad, hasta que jinetes en toda la furia lo pialaban y volteaban de manera que, al parecer, podía quebrar todos los huesos del cuerpo. Estuve más de una vez en medio de esta escena salvaje y algunas veces, realmente, me vi obligado a salvar galopando mi vida, sin saber con exactitud adónde ir, pues con frecuencia me encontraba entre Scyla y Caribdis.

Ha pasado mucho tiempo, pero tampoco tanto: hace apenas veinte años que la soja desplazó a la vaca como centro de la economía agreste y, aunque todavía no ha llegado el momento, también lo hará del centro del imaginario popular y del plato de los argentinos. Hoy, las vacas no son cimarronas, ese lugar lo ha ocupado el capital financiero que, como bien sabían Caín y Abel,  es imprescindible para llegar de lo pastoril al grano.
El lugar donde paraba sir Francis B. Head estaba a tiro de piedra de la parroquia del Socorro, en la hoy todavía elegante "bajada de Juncal", detrás del sitio donde luego construirían su palacio los Anchorena, actual sede de la Cancillería, edificio rebautizado como Palacio San Martín y desde cuyas ventanas se tienen algunas de las vistas más sosegadas de la ciudad.

Yo trabajo casi enfrente y, en estos días, pane lucrando, preparo una edición conmemorativa de Martín Fierro, esa novela rimada que el Primer Centenario y Leopoldo Lugones nos vendieron como epopeya nacional.

El Bicentenario nos encuentra sin literatura de remplazo y sin nuevos imaginarios compartidos.

3 comentarios:

  1. Hola
    ¿es usted la editora de la editorial Poliedro?
    Si es así, ¿sabe si habrá continuación de La Tierra trema de RAW en otra editorial?
    Es una pena lo que ha pasado con esa serie.
    Un cordial saludo
    Antonio
    desde España

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  2. Sí, lo fui, Antonio. No tengo ninguna noticia de que la serie haya sido contratada por ninguna otra editorial.
    Es una pena enorme no haber podido publicar los dos libros que dejó escritos RAW, y también una pena que él mismo no haya continuado la historia de Sigismundo, que queda inacabada en la tercera entrega de las Crónicas históricas de los Illuminati, El Dios de la Naturaleza.
    Le agradezco mucho estas noticias que me hace llegar.

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  3. Hola de nuevo,
    Pues esperemos que algún día vea la luz en castellano lo que queda de esa serie u otras obras de RAW, no somos pocos los seguidores de sus libros. De todas formas le agredezco el intento en Poliedro, dado el difícil reto que es editar libros en España o cualquier otro país.

    Un cordial saludo.

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