tag:blogger.com,1999:blog-41875252959109980412024-03-13T07:49:38.192-03:00QueequegReflexiones, ocurrencias, citas y fragmentos sobre todo lo que ven los ojosJulieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.comBlogger41125tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-79829627207897377682010-07-23T20:27:00.005-03:002010-07-26T13:49:07.017-03:00Body and Soul<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiroFvSEU8no3n4t2G_CoB3P44AnLYjvblaXegrea2w2fPZ3Bbzbt49cKFzad9-a5EFz4VjRqz9DDdggDqDA8bR5e4Ps3KICT2O_T1lGGCZoOn825Z-VFlO_LoRU4L3Qi6cCqJq418DzvY/s1600/burqa_afg_s.jpg"><img style="display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; cursor: pointer; width: 299px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiroFvSEU8no3n4t2G_CoB3P44AnLYjvblaXegrea2w2fPZ3Bbzbt49cKFzad9-a5EFz4VjRqz9DDdggDqDA8bR5e4Ps3KICT2O_T1lGGCZoOn825Z-VFlO_LoRU4L3Qi6cCqJq418DzvY/s320/burqa_afg_s.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5498247805664509106" border="0" /></a><span style="font-style: italic;">Cuando no puedes cambiar la fe de alguien, trata de modificar su cuerpo.</span><br /><br />La vestimenta de la mujer victoriana en Occidente, que cubría casi todo salvo el rostro, coincidía tanto con su pudor cristiano como con su status económico. Los misioneros de la época comenzaron por exigir a los nativos africanos, o a los de las islas del Pacífico, que taparan sus partes pudendas. Luego, ya vendría el Evangelio.<br /><br />La Primera guerra mundial sacudió tanto el pudor como las creencias religiosas en un <span style="font-style: italic;">Abenland</span> que Oswald Spengler ya veía hundirse (<a href="http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/Spengler_Oswald/LaDecadenciaDeOccidente_Vol00_00_Indice.htm">La decadencia de Occidente</a>) y las chicas <span style="font-style: italic;">flippers</span>, con el pelo tan corto como sus faldas, fumaban en público mientras leían a Sigmund Freud. Después bailaban el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Black_bottom"><span style="font-style: italic;">Black Bottom</span></a> al compás de los ritmos de Nueva Orleans, selváticamente africanas. Los misioneros, mientras tanto, insistían en convertir el mundo "primitivo" a sus exigencias de pudor: antes que nada, vestir los cuerpos.<br /><br />Después de la Segunda guerra, los esfuerzos de Occidente se han dirigido, en creciente medida, a convertir el resto del mundo en una democracia que oculta sus raíces menos en el demos que en distintas "cracias", tendencia expuesta hacia mediados del siglo XX, por teóricos como Friedriech von Hayek, entre otros. Por entonces, los papúes del Pacífico, como me explicara mi recordado maestro Claude Lèvi-Strauss, ya usaban radios portátiles, pero no habían renunciado a portar un hueso que les atravesaba la nariz y conservaban el animismo y el tótem en sus corazones.<br /><br />Actualmente, librada la guerra contra el Islam, la evangelización por el cambio de vestimenta, paralela a la transformación de todos al modelo "democrático y occidental", sectas cristianas incluidas, se encuentra en pleno auge. Sarkozy condena el burka de las infieles, objetivo ya declarado de las tropas multinacionales que se empeñan, armas mediante, en "liberar" a las mujeres de países como Afganistán. Parecen no saber, o no importarles, que se trata de los restos de civilizaciones que tienen cuatro mil años más que las nuestra.<br /><br />El estado ideal, entonces, de una mujer de Herat, o de Kandahar, sería que se pasease <span style="font-style: italic;">topless</span> o, por lo menos, vistiendo unos breves pantaloncitos, la boca pintada y sus preciosos cabellos al aire. Todo para el deleite de varones que ya conocen los lugares de entretenimiento donde espera ese caño bruñido que ayuda a las féminas, música mediante, a exhibirse en el baile que satisface los instintos más básicos. El eventual misionero cristiano se vería en apuros para citar a san Pablo en 1Corintios, 10:10: "Por lo cual, la mujer debe tener señal de potestad sobre su cabeza por causa de los ángeles". Los ángeles, como sabía san Pablo y como debería saberlo cada monja católica aun en nuestros días, no se deben tentar a causa de los cabellos de una mujer. Si se aparejan, como también sabía Enoch, nacen monstruos.<br /><br />No solo es largo el camino de regreso a Tipperary, sino también hacia la reforma total de los terráqueos, perseguida con tanta saña por los poderes de Occidente. Es posible que la meta solo sea obtenible gracias a los aportes de ciertas tecnologías, merced a implantes de chips en nuestros cráneos. H. G. Wells, en <a href="http://books.google.es/books?id=OnXJNEU-lkUC&lpg=PA97&dq=la%20isla%20del%20doctor%20moreau&pg=PA97#v=onepage&q&f=false"><span style="font-style: italic;">La isla del doctor Moreau</span></a>, ya había previsto este tipo de modificación atroz de la creación. Entonces sí, sin alma y sin ropa, entraremos en el Nuevo Reino.<br /><br />Bengt Oldenburg<div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Bengt Oldenburghttp://www.blogger.com/profile/17577712094706471460noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-42251082085337345622010-05-10T13:34:00.002-03:002010-05-10T13:51:18.659-03:00La poesía de la tra(d)ición<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjESnL8JEN9Kz9w4Wq2xnCllnorEXZyZMrP1Zh3X0VPqIDnVHKQw4vewJj3iV5_tCVZkhV5LPc1H9uGAnQh4p0Gb3iLAHG_OW-_CIZtEJUOHgxXVtGmDj-e0MVZQCyuUvvsVpthe_jixbg/s1600/Pasolini_H.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjESnL8JEN9Kz9w4Wq2xnCllnorEXZyZMrP1Zh3X0VPqIDnVHKQw4vewJj3iV5_tCVZkhV5LPc1H9uGAnQh4p0Gb3iLAHG_OW-_CIZtEJUOHgxXVtGmDj-e0MVZQCyuUvvsVpthe_jixbg/s320/Pasolini_H.jpg" /></a></div><div class="western">Hay excelentes traducciones de este poema de Pier Paolo Pasolini. Hoy, sin embargo, me atrevo a colgar esta versión mía, que hice el 18 de junio de 2008 cuando, recién desembarcada en el país donde nací pero que no habité durante decenios, vi a mi generación encaramada a los simulacros del poder. La hice entre las tres y las cinco de la tarde, mientras la presidenta hablaba desde la plaza que ese día llamó "del amor y de los sueños" y que para mí sigue siendo la Plaza de Mayo, alrededor de cuya pirámide, falo irredentor, daban vueltas las Madres, que por entonces no se escribía con mayúsculas. Los días de esta traducción eran los días de la guerra campestre, del humo que el viento descargaba sobre la ciudad borrando sus contornos, de las señales de humo, del desconcierto. </div><div class="western"></div><div class="western"></div><div class="western"></div><div class="western"></div><div class="western"><br />
Y el poema era un poema terrible a mi generación.</div><div class="western"><br />
</div><div class="western"><br />
</div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>¡Ay, generación desafortunada!</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>¿Qué pasará mañana<b>?</b> si estas<b> </b>clase<b>s</b> dirigente<b>s</b>, </i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>cuando se forjaron en las primeras armas,</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>no conocieron la poesía de la tradición</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>ni hicieron de ella una experiencia desdichada </i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>porque la sonrisa realista les fue inaccesible;</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>y aun en ese poco que la conocieron<b>,</b> debían demostrar</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>que querían conocerla<b>, </b>sí<b>,</b> pero<b> </b>distanciados<b>,</b> fuera del juego.</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i><br />
</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>¡Ay, generación desafortunada!</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>que en el invierno del 70 vestías abrigos y bufandas de quimera</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>y te corrompiste.</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>¿Quién te enseñó a no sentirte inferior?</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>Eliminaste tus incertidumbres divinamente infantiles:</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>¡quien no es agresivo es enemigo del pueblo! ¡Ah!</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>Los libros, los viejos libros, pasaron ante tus ojos</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>como los objetos de un viejo enemigo;</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>sentiste la obligación de no ceder</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>ante la belleza nacida de injusticias olvidadas,</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>en el fondo, te consagraron a los buenos sentimientos</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>de los que te defendías, como te defendías de la belleza,</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>con odio racial<b> </b>contra la pasión.</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i><br />
</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>Viniste al mundo, que es grande y también tan<b> </b>simple,</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>y encontraste al que se reía de la tradición</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>y tomaste al pie de la letra esa ironía mentidamente impúdica </i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>erigiendo barreras juveniles contra la clase dominante del [pasado.</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>La juventud pasa pronto; ay, generación desafortunada,</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>llegarás a la mitad de la vida y después a la vejez</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>sin haber gozado de lo que tenías derecho (de gozar)</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>y de lo que no se goza sin congoja ni humildad,</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>y así comprenderás que has servido al mundo</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>contra el cual, con celo, “dirigiste<b> </b>la lucha”:</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>era él quien quería desacreditar la historia: la suya;</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>era él quien quería hacer tabla rasa del pasado: el suyo;</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>¡ay, generación desafortunada, obedeciste en la desobediencia!</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>Era ese mundo el que pedía a sus nuevos hijos que lo ayudaran</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>a contradecirse, para continuar.</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>Os haréis viejos sin el amor de los libros ni de<b> </b>la vida:</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>perfectos habitantes de aquel mundo renovado</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>a través de sus reacciones y de sus represiones, sí, sí, es cierto,</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>pero sobre todo a través de vosotros, que os rebelasteis</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>tal y como él quería, Autómata porque Todo.</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>No se os llenaron los ojos de lágrimas</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>ante un baptisterio de maestros y aprendices</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>absortos de estación en estación,</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>ni tuvisteis lágrimas para un romance del Cinquecento</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>ni lágrimas <b>(</b>intelectuales, debidas a la pura razón<b>)</b>.</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>No conocisteis o no reconocisteis los tabernáculos de los antepasados</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>ni las residencias de los padres tiránicos pintadas por…</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>Ni ninguna de las otras cosas sublimes</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>os estremecerán (con aquellas lágrimas abrasadoras),</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>ni el verso de un anónimo poeta simbolista muerto el…</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>la lucha de clases os acunó y os impidió el llanto:</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>implacables contra todo lo que no supiera de buenos sentimientos</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>y de agresividad desesperada</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>pasasteis una juventud y,</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>si erais intelectuales, </i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>no quisisteis serlo del todo, </i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>cuando era, entre tantos otros, vuestro auténtico deber.</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>¿Y por qué llevasteis a cabo esta traición?</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>Por amor al obrero: pero nadie le pide a un obrero</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>que no sea obrero del todo</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>los obreros no lloraron ante las obras maestras</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>pero tampoco perpetraron traiciones que terminan en chantaje</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>y, por tanto, en la desdicha.</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i><br />
</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>¡Ay, desafortunada generación!</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>llorarás, pero serán lágrimas sin vida </i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>porque tal vez ni siquiera sepas volver</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>a lo que por no haber tenido ni siquiera has perdido;</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>pobre generación calvinista, como en los orígenes de la burguesía</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>precozmente pragmática, puerilmente activa</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>has buscado la salud en la organización</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>(que no puede producir más que otra organización)</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>has pasado los días de la juventud</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>hablando el lenguaje de la democracia burocrática</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>sin salir jamás de la repetición de las fórmulas,</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>pues organizar no puede significarse con el verbo,</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>pero sí en las fórmulas,</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>te verás usando la autoridad paterna en manos del poder</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>afásico que te ha querido contra el poder</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>¡Generación desafortunada!</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>Mientras envejecía, vi vuestras testas colmadas de dolor</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>donde se arremolinaba una idea confusa, una certeza absoluta,</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>una presunción de héroes destinados a no morir…</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>¡ay, muchachos desafortunados, que habéis visto al alcance de la mano</i></div><div class="western" style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>una maravillosa victoria inexistente!</i></div><div class="western"><span style="font-family: Courier New,monospace;"><b></b></span></div><div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Julieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-70355308346970910242010-05-06T19:05:00.006-03:002010-05-06T21:50:42.833-03:00Anatemas griegos<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjV-tiZeGjqNbYcNUVxWd3UGDBApk8aA8q2xhrMGZJefQwfRRwxhyOkfAp8MRZ1vQOowQ8qTI3f-RHcvr2YTea-nBknwo_dyiUuvYRy0azjdKn55gqUw5Pc0ecrAQVWOBhi3XQ3XfF9-_k/s1600/UG-greek.jpg"><img style="display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; cursor: pointer; width: 320px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjV-tiZeGjqNbYcNUVxWd3UGDBApk8aA8q2xhrMGZJefQwfRRwxhyOkfAp8MRZ1vQOowQ8qTI3f-RHcvr2YTea-nBknwo_dyiUuvYRy0azjdKn55gqUw5Pc0ecrAQVWOBhi3XQ3XfF9-_k/s320/UG-greek.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5468298296890472658" border="0" /></a><blockquote></blockquote><blockquote></blockquote><blockquote>Nosotros, los abajo <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_0">firmantes</span>, hemos recibido, de miles de ciudadanos y de quienes actualmente cumplen con el servicio militar, pedidos para que excomulguemos a <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_1">Eleuterio</span> <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_2">Venizelos</span> por traición a la Patria. Ha vendido a nuestro pueblo a los ingleses y a los franceses. Es el responsable del documento de los tres Poderes, que causó amarga pena a nuestro querido Rey. Esa nota le fue entregada para a obligar a nuestro noble Rey a nombrar Primer Ministro a ese ese cabrón senegalés vendido, <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_3">Venizelos</span>, culpable de haber inducido el incendio del Palacio.<br />Hemos procedido, entonces, a excomulgar a ese traidor, <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_4">Venizelos</span>, rogando que le castiguen las siguientes plagas: las llagas de Job, la miseria de <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_5">Jonás</span>, la lepra de <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_6">Johava</span>, la oscuridad de los muertos, las penas de los moribundos, los truenos del infierno, y la maldición de Dios y de los hombres. Y el mismo anatema castigará a todos los que le otorguen su voto en las próximas elecciones. Además, rogamos para que las manos de estos votantes se atrofien y se vuelvan mudos y ciegos. Amén.</blockquote>La historia moderna de <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_7">Grecia</span> refleja una constante turbulencia política que ha dejado huellas en la sociedad y en muchas de sus figuras destacadas. Este anatema fue difundido en <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_8">Atenas</span> en 1916 y citado por el historiador británico <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_9">Compton</span> <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_10">Mackenzie</span> en el tercer tomo de sus memorias de la Primera guerra mundial, tituladas <span style="font-style: italic;"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_11">Greek</span> <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_12">Memories</span></span>. Los <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_13">firmantes</span> de este texto eran el <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_14">metropolita</span> <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_15">Ambrosio</span> y el arzobispo <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_16">Nicéforo</span>.<br /><br />Para <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_17">desencriptar</span> el anatema es preciso recordar algunos detalles de la situación política griega en 1916. El cretense <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_18">Eleuterio</span> <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_19">Venizelos</span> fue Primer Ministro de <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_20">Grecia</span>, por primera vez, entre 1910 y 1915. Ese último año, pese a ganar nuevamente las elecciones al frente del Partido Liberal, fue depuesto por Constantino I, el rey <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_21">germanófilo</span>. <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_22">Venizelos</span>, amigo de la Triple <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_23">Entente</span>, regresó a <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_24">Atenas</span> en 1917 y, bajo el reinado de Alejandro I, volvió a ganar las elecciones cuyo resultado querían impedir <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_25">Ambrosio</span> y <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_26">Nicéforo</span> con sus oraciones. Muy a pesar de ellas, <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_27">Venizelos</span> fue Primer Ministro por segunda vez y a ningún votante se le atrofiaron las manos. Tampoco se tienen noticias de que hubiera una epidemia de ceguera ni de mudez en el reino. El epíteto <span style="font-style: italic;">senegalés</span>, que hoy puede resultar oscuro además de políticamente incorrecto, es sin duda una referencia a las tropas coloniales francesas que luchaban del lado de los Aliados y que fueron blanco de denigración racista por parte quienes apoyaban a las Potencias Centrales.<br /><br />El anatema tampoco había impedido la abdicación de Constantino.<br /><br /><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_28">Venizelos</span> fue depuesto en 1920, pero volvió al poder en 1924, 1928 y 1933. Su hijo, que se llamaba <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_29">Sófocles</span> y fue jefe del gobierno en el exilio en 1944, resultó elegido tres veces para el cargo de Primer Ministro. Lo que se llama una familia tenaz.<br /><br />Si viviese ahora, el prusiano <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_30">Otto</span> <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_31">von</span> <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_32">Bismarck</span>, apodado el Canciller de Hierro, seguramente calificaría a la <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_33">Grecia</span> actual como "el hombre enfermo de Europa". <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_34">Angela</span> <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_35">Merkel</span> se cuida de hacerlo, pero ha sido una de las críticas más beligerantes contra el paquete de rescate de 140 mil millones de dólares necesarios para salvar a la una vez más <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_36">tambaleante</span> <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_37">Grecia</span>. Tal vez con lo que <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_38">Angela</span> <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_39">Merkel</span> esté soñando sea con la salida de Alemania de la trampa del euro, aunque signifique la caída de muchas otras economías europeas y el triunfo absoluto en el continente del proyecto neoclásico del <span style="font-style: italic;"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_40">Brave</span> <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_41">New</span> <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_42">World</span></span>.<br /><br />No es probable que <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_43">Yorgos</span> <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_44">Papandreu</span>, nacido en <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_45">Minnesota</span> y miembro de otra dinastía de primeros ministros, sea excomulgado por los duros ajustes aprobados hoy en el Parlamento y que amenazan con una explosión social que se lleve aun más vidas en las calles de <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_46">Atenas</span>. El estado de las finanzas griegas no es responsabilidad única de los griegos. Las ondas del <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_47">shock</span>, <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_48">arteramente</span> dirigidas, también le llegan de parte de especuladores allende el Atlántico.<br /><br />¿Cuál será, esta vez, el toro capaz de sostener a Europa?<div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Bengt Oldenburghttp://www.blogger.com/profile/17577712094706471460noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-45058205102774056012010-04-20T13:57:00.000-03:002010-04-20T13:57:46.312-03:00La propiedad intelectual de las mentes peligrosas<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgsD1AZ51aHQGNZckpjo6i_w4Sjrfks8IfzR-Et8pAPOi1dzfuDsbOqhcvdEXgb5Bk7mPdYVKkQ1AIzhPmBPKdVk8fV_442Oy3lPQLCDAfIKqhWL17_ColI4ZXhkjkqPpkshygz-j6uI18/s1600/physics2.isene..jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgsD1AZ51aHQGNZckpjo6i_w4Sjrfks8IfzR-Et8pAPOi1dzfuDsbOqhcvdEXgb5Bk7mPdYVKkQ1AIzhPmBPKdVk8fV_442Oy3lPQLCDAfIKqhWL17_ColI4ZXhkjkqPpkshygz-j6uI18/s320/physics2.isene..jpg" /></a></div><br />
En el documental <a href="http://www.youtube.com/watch?v=ur0N_OAekcI&feature=related"><i>Dangerous Knowledge</i></a>, de la BBC, David Malone cuenta la vida y analiza la obra de cuatro matemáticos que alteraron para siempre nuestro corpus de conocimientos. Todos ellos, Georg Cantor, Ludwig Boltzman, Kurt Gödel y Alan Turing, perdieron ese equilibrio que llamamos sanidad y acabaron con sus respectivas integridades por propia mano. De alguna manera, con la siempre erudita divulgación que caracteriza al canal público británico, lo que aquí se dice es ¡cuidado!, porque una vez adentrados en la solución de un enigma que nos otorga poder sobre el mundo sensible, ya no es posible volver atrás aunque nos cause pavor y, tal vez, terminemos alcanzados por el rayo justiciero que nos expulse de este paraíso disminuido que habitamos ahora: la cordura.<br />
<br />
Para dar mayor dramatismo al relato, en un momento se oye una voz en off que recita, con los fríos tonos nasales del inglés de Public School, unos versos de William Blake: la estrofa inicial de "Augurios de Inocencia", de los manuscritos del poeta conocidos como "Pickering Ms". <br />
<br />
<i>To see a World in Grain of Sand</i><br />
<i>And the Heaven in a Wild Flower,</i><br />
<i>Hold Infinity in the palm of your hand</i><br />
<i>And Eternity in an hour.</i><br />
<br />
El conocimiento es peligroso, aunque no para nuestra cordura sino para el statu quo que se otorga cada sociedad. Esto, al menos, es lo que argumenta con sereno brillo <a href="http://en.wikipedia.org/wiki/Robert_B._Laughlin">Robert B. Laughlin</a> en un artículo de opinión aparecido hoy en el diario La Nación, de Buenos Aires. Dicho esto, debo ahora afrontar el peligro de la ilegalidad, pues copiaré en este blog algunas partes del artículo, titulado <a href="http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1256035">Conocimiento privado</a>, a sabiendas de que este diario firma con sus colaboradores un contrato por el cual deben renunciar al copyright de sus obras en favor de la empresa periodística, que es drástica y conservadora en su interpretación de las leyes de propiedad intelectual. Y es justamente la propiedad intelectual del conocimiento lo que preocupa al premio Nobel de Física. El error del cual Laughlin quiere sacarnos es uno de ingenuidad: creer, porque nos hemos educado en un sistema heredero de la Ilustración, "que la capacidad de razonar y de comprender es natural, humana y que nos pertenece por derecho propio". Dice Laughlin:<br />
<blockquote>Si bien hay algo de información disponible en la escuela, donde nos la ofrecen, a veces por la fuerza, sin pedir nada a cambio, el conocimiento más valioso en términos económicos es de propiedad privada y es secreto. Los dueños de ese conocimiento no quieren hacerlo público y, ciertamente, no quieren que el Estado le dé dinero a nadie para que lo descubra.</blockquote>Y sigue, más adelante, en referencia a quienes niegan la realidad de esta privatización del conocimiento:<br />
<blockquote>La negación refleja una actitud muy irresponsable: se trata de la criminalización del conocimiento. Es algo sobre lo que debemos reflexionar, dado que hoy vivimos en la era de la información, una época en la que, en ciertas circunstancias, el acceso al conocimiento es más importante que el acceso a los medios físicos.</blockquote><blockquote>Los intentos, cada vez más tenaces, de gobiernos, corporaciones e individuos por evitar que sus rivales sepan ciertas cosas que ellos sí saben ha llevado a un crecimiento insospechado de los derechos de propiedad intelectual y al fortalecimiento del poder estatal para decidir acerca de la confidencialidad de la información.</blockquote>Para Laughlin, cada vez estamos más rodeados de conocimiento peligroso y esta circunstancia no debe atribuirse a la casualidad ni verse como el producto de una conspiración, sino como "un efecto secundario de la actividad económica". Y agrega, con el sarcasmo que acompaña al verdadero realismo:<br />
<blockquote>Si queremos, podemos adquirir conocimiento que no sea peligroso: números telefónicos, formas de granos de arena, etc., pero pronto nos quedaremos sin trabajo. Todo el mundo lo sabe: si queremos sobrevivir tenemos que adquirir un conocimiento que nos confiera algún poder, es decir, que sea potencialmente peligroso. Eso es lo que los demás necesitan de nosotros.</blockquote>Y, en referencia a sus colegas científicos que trabajan en la esfera de lo público y en programas subsidiados desde lo público, es tajante: "los científicos sin dinero no son muy peligrosos". No son sólo las formas de lectura las que están cambiando, ni el uso de la palabra escrita, fenómenos a los cuales me he referido en este blog y en <a href="http://librosenlanube.blogspot.com/">Libros en la Nube</a>, sino la economía misma del intelecto:<br />
<blockquote>[...] las tradiciones por las que una persona se beneficia materialmente gracias a la creatividad, el conflicto entre las actividades intelectuales, por un lado, y las leyes de propiedad intelectual y la seguridad nacional, por otro, los fuertes incentivos a la creación de conocimiento desechable, el costo cada vez mayor que implica localizar el conocimiento relevante en un enorme río de basura. Frente a nuestras propias narices, la edad de la razón está siendo desplazada de su nicho ecológico por la economía del conocimiento, un término cargado de ironía para una época en la que lo que se promueve es la escasez del conocimiento.</blockquote><div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Julieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-54525898309250855652010-04-10T22:21:00.001-03:002010-04-10T22:23:18.575-03:00La austera simplicidad de la ficción<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiPkOJguzxwlDOBhmPGlAECMncc9RJPFVKrlqJOEj0_FsC1fzdR3ObgDRfolDYrYJMrLZejdPfrdfPUgUDJ22p3rKU6y3EAM0i60MH2LFs6TqhRDj5GRtjAnoNZB6u_4SoEiZvQBDrfgVg/s1600/raymond-chandler_1234883c.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiPkOJguzxwlDOBhmPGlAECMncc9RJPFVKrlqJOEj0_FsC1fzdR3ObgDRfolDYrYJMrLZejdPfrdfPUgUDJ22p3rKU6y3EAM0i60MH2LFs6TqhRDj5GRtjAnoNZB6u_4SoEiZvQBDrfgVg/s320/raymond-chandler_1234883c.jpg" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div>En 2007, <a href="http://www.ed-critica.es/catalogo">Crítica</a> publicó un libro de <a href="http://en.wikipedia.org/wiki/Francine_Prose">Francine Prose</a> bajo el título <i>Cómo lee un buen escritor</i>.<i> Técnicas de lectura de los grandes maestros. </i>Las intenciones de la autora, como lo prueba el título original de la obra, eran más modestas. En primer lugar, como ella misma ha escrito varias novelas, no se le hubiese ocurrido agregar ningún adjetivo a "escritor", mucho menos uno referido a la bondad de sus cualidades, por dos motivos: a) no parecer engreída, que siempre quita público y, mucho más importante, b) no quedar fuera de la nómina de maestros mentada en el subtítulo castellano. En realidad, el utilísimo ensayo de Prose sólo se propone dar ejemplos de lectura atenta y profesional, con el fin de que el lector corriente disfrute más de una obra y de que aquel que quiera ingresar en el terreno de la escritura dé sus primeros pasos donde debe darlos: en el ingente corpus de escritura disponible para todos.<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><i>Reading Like a Writer. A Guide For People Who Love Books and Those Who Want to Write Them</i> es una excelente introducción a los placeres de la lectura, que muchas veces superan a las penalidades del acto de escribir. Allí, por si alguien lo había olvidado, aprendemos que Fiodor Dostoievsky y Raymond Carver; John Le Carré y Gustave Flaubert fueron, ante todo y al igual que muchos de nosotros, lectores impenitentes. Las aventuras de los escritores con la palabra ajena me recordaron otro libro, leído hace varios años, que le compré a Antonio Ramírez de <a href="http://www.lacentral.com/nosotros/?site=raval">La Central</a>, uno de los tantos sitios de Barcelona que echo de menos. Se trata de <i>The Raymond Chandler Papers</i>, una selección de la producción epistolar del autor y algunos artículos y ensayos cortos, sobre todo reseñas de libros y su entrevista (nunca publicada antes) con el <i>gangster</i> Lucky Luciano. </div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">Chandler era un excelente lector y un lector omnívoro, pero no comentaré aquí sus agudas impresiones sobre el <i><a href="http://www.shakespeare-literature.com/Richard_III/index.html">Ricardo III</a>, </i>de W. Shakespeare, sino sus verdaderas incursiones de guerra en una obra de la literatura popular de su tiempo: una noveleta de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Erle_Stanley_Gardner">Erle Stanley Gardner</a>, el creador de Perry Mason, a quien lo unió una larga amistad. Cuenta Chandler, en carta a James Howard, miembro de la asociación <a href="http://www.mysterywriters.org/">Mystery Writers of America</a> y curioso por saber cómo se había convertido en autor de novelas de suspense, que se inició copiando una obrita de Gardner aparecida en una de las tantas revistas que publicaban <i>pulp</i>.</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><blockquote><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">En 1931, mi mujer y yo solíamos hacer cruceros de placer a lo largo de toda la costa pacífica y, por la noche, tan solo por tener algo que leer, yo me hacía con alguna revista barata que encontraba en las estanterías. De pronto, me di cuenta de que podría hacer cosas por el estilo y lograr que me pagaran mientras aprendía. Mi primera noveleta me llevó cinco meses, pero hice algo de cuyas bondades nunca pude persuadir a otro escritor. Hice una sinopsis detallada de un relato --digamos que de Gardner, porque era uno de los que publicaban en esas revistas y es un buen amigo mío-- y luego traté de escribir la misma historia. Después, comparé el resultado con trabajos profesionales y vi dónde había fallado en la creación de un efecto, o cuándo perdía el ritmo o cometido cualquier otro error. Después, lo rehice una y otra vez. Pero los tipos que quieren que les enseñes a escribir no lo harán. Tienen la ilusión de que todo lo que hagan será publicado. No harán ningún sacrificio por aprender el oficio. No les entra en la cabeza que lo que un hombre quiere hacer y lo que puede hacer son cosas distintas, que ningún escritor que valga la pólvora con la que se lo expulsará al infierno a través de la alambrada de espino nunca hace otra cosa, en su fuero interior, que empezar desde cero. [...] Leen algún relato en una revista, les da un subidón, y empiezan a aporrear la máquina de escribir con energía prestada. Llegan hasta cierta distancia y enseguida decaen.</div></blockquote><br />
Que la historia era de Gardner, lo confirma el mismo Chandler en carta al creador de Perry Mason, fechada el 5 de mayo de 1939. De qué relato se trata, es difícil de imaginar para el no erudito, pues le dice a Gardner que seguramente es el que tiene guardado en el archivo 54276-84, lo que no sorprende pensando en la ingente producción del plagiado.<br />
<br />
Raymond Chandler ya es, en la novela negra y fuera de ella, un clásico. Y él se comportaba como los clásicos cuando sabía que la imitación es la mejor forma del conocimiento.<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"></div><div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Julieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-39818949329150688092010-04-02T19:54:00.004-03:002010-04-02T20:10:05.432-03:00La vaca<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihZVaSw-QLCmuJJu2jkhM3i7SHb9egvmQoKidi8688Jhmq0OeD3mXWF4UnBPwVIZppZtUzLrxw0Kb_9Ltdosm0ewDzRa3Tvp_YpJYh6Y4RKfRK6XLMypgxe_el3c_V_n6x3Sxl15S9bCg/s1600/pasifae_minotauro.jpg"><img style="display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; cursor: pointer; width: 320px; height: 313px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihZVaSw-QLCmuJJu2jkhM3i7SHb9egvmQoKidi8688Jhmq0OeD3mXWF4UnBPwVIZppZtUzLrxw0Kb_9Ltdosm0ewDzRa3Tvp_YpJYh6Y4RKfRK6XLMypgxe_el3c_V_n6x3Sxl15S9bCg/s320/pasifae_minotauro.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5455677601512007106" border="0" /></a><br />--Sí --dijo Dédalo--. Sé que Minos se marchó a Knossos y enseguida sospeché que ese mensaje urgente que lo llamaba era falso. También he visto al gran toro blanco que pace a orillas del mar. Pero, igualmente no te entiendo, mi reina.<br /><br />--Solo te pido ayuda --respondió Pasifae--. Dominas todo arte y oficio; nada te costará hacerme un disfraz de vaca. No necesito tu comprensión.<br /><br />--Siempre te obedecí --admitió Dédalo--. También lo haré ahora, aunque me estremece pensarte en tu disfraz, esperando a que ese toro se te acerque. Y tu delicada belleza no es la única razón. ¿Cómo piensas atraerlo?<br /><br />Pasifae miró al anciano, lo miró como nunca lo había mirado antes. Entonces, levantó su hermoso rostro y mugió con un mugido tan salvaje y desolado que las cigarras abandonaron su cantar incesante.<br /><br />Dédalo se inclinó ante su ama y se marchó, deprisa, a su taller.<div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Bengt Oldenburghttp://www.blogger.com/profile/17577712094706471460noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-2209440340180621912010-04-01T10:26:00.000-03:002010-04-01T10:26:22.063-03:00Un poema para Jueves SantoEncontrado en el blog de <a href="http://alejandro-schmidt.blogspot.com/2010/03/acepta-el-pan-del-luto.html">Alejandro Schmidt</a>, poeta del pan y de Villa María.<div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Julieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-49982633676164258032010-03-31T20:52:00.000-03:002010-03-31T20:52:03.978-03:00El perro de la dicha<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBQqhcTg0Xst314cIhneoX6VQE_2J2l0qFCCwGAlr8R8Ka25Vgt9UE6zeVzc4fvm0UU9KF_AxXa_6blWYyW6TyhtL9tHTyEpjJ_pOttYUy0BC3dtJZDRLP3rnzxHXosPp-bBnYfAl63Lc/s1600/Antonio+L%C3%B3pez.+Perro..gif" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBQqhcTg0Xst314cIhneoX6VQE_2J2l0qFCCwGAlr8R8Ka25Vgt9UE6zeVzc4fvm0UU9KF_AxXa_6blWYyW6TyhtL9tHTyEpjJ_pOttYUy0BC3dtJZDRLP3rnzxHXosPp-bBnYfAl63Lc/s320/Antonio+L%C3%B3pez.+Perro..gif" /></a></div><br />
Ayer, el túnel de la línea D del subterráneo de Buenos Aires estaba iluminado entre las estaciones Facultad de Medicina y Pueyrredón. Uno no puede dejar de mirar cuando un sitio habitualmente oscuro se ofrece a los ojos. A mi derecha, en el arcén reservado al personal de mantenimiento, una hilera de bolsas de basura de plástico negro, que iban escaseando a medida que el tren avanzaba hacia su siguiente destino. <br />
<br />
De pronto, antes de la próxima estación, el cadáver de un perro mediano, del tamaño de un boxer más o menos, pero un chucho cualquiera, uno que se habrá metido en el subte por error, o por miedo. La piel pegada a los huesos, casi momificado. No había muerto bajo el tren, había muerto de hambre. Me hizo acordar al "Perro muerto" que pintó Antonio López allá por los años 60.<br />
<br />
¿Cuántas cosas viven y mueren bajo nuestros pies en la ciudad?<div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Julieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-35585890042895189432010-03-07T19:05:00.003-03:002010-03-07T19:16:34.632-03:00La vaca de la felicidad I<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiS4uArd8CwQhcoP2dMyIFsxRn_LgqEofyMXgeSkZEUaQFAaltwFMh4HvDPsmuvI0F7a9Ln4RJOdUk2S96VPM_fGnTk8qvJAL_H0O18OnsyoP99mreC2scOBO8IGpXHbQ68Q_kAbgiZT3w/s1600-h/la+vaca+de+la+felicidad.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiS4uArd8CwQhcoP2dMyIFsxRn_LgqEofyMXgeSkZEUaQFAaltwFMh4HvDPsmuvI0F7a9Ln4RJOdUk2S96VPM_fGnTk8qvJAL_H0O18OnsyoP99mreC2scOBO8IGpXHbQ68Q_kAbgiZT3w/s320/la+vaca+de+la+felicidad.jpg" /></a></div><br />
Sir Francis Bond Head, que el 18 de junio de 1815 estaba en Waterloo y en 1836 llegó a Toronto para ocupar el puesto de asistente del gobernador, a pesar de que su experiencia política era tan nula que nunca había votado en una elección, pasó por Buenos Aires en 1825 en calidad de ingeniero de minas. En 1826, la editorial John Murray publicaba sus <i>Rough Notes Taken During Some Rapid Journeys Across The Pampas And Among The Andes</i>, obra conocida aquí por el título más sucinto de <i>Las Pampas y los Andes</i> y varias veces citada por Ezequiel Martínez Estrada en su <i>Muerte y transfiguración de Martín Fierro</i>.<br />
<br />
Transcribo aquí la cita elegida por Martínez Estrada para el subcapítulo "Un importante personaje histórico: la vaca", de la segunda parte de <i>Muerte y transfiguración</i>: <br />
<br />
<blockquote>Durante mi breve estada en Buenos Aires, vivía en una casa de las afueras, situada frente al cementerio inglés y muy cerca del matadero. Este lugar era de cuatro o cinco acres, y completamente desplayado; en un extremo había un gran corral de palo a pique, dividido en muchos bretes cada uno; con su tranquera correspondiente. Los bretes estaban siempre llenos de ganado para la matanza. Varias veces tuve ocasión de cabalgar por estas playas, y era curioso ver sus diferentes aspectos. Si pasaba de día o de tarde no se veía ser humano; el ganado con el barro al garrón y sin nada que comer, estaba parado al sol, en ocasiones mugiéndose o más bien bramándose. Todo el suelo estaba cubierto de grandes gaviotas blancas, algunas picoteando, famélicas, los manchones de sangre que rodeaban, mientras otras se paraban en la punta de los dedos y aleteaban a guisa de aperitivo. Cada manchón señalaba el sitio donde algún novillo había muerto; era todo lo que restaba de su historia, y los lechones y gaviotas los consumían rápidamente. Por la mañana temprano no se veía sangre; numerosos caballos con lazos atados al recado estaban parados en grupos, al parecer dormidos; los matarifes se sentaban o acostaban en el suelo, junto a los postes del corral, y fumaban cigarros; mientras el ganado, sin metáfora, esperaba que sonase la última hora de su existencia; pues así que tocaba el reloj de la Recoleta, todos los hombres saltaban al caballo, las tranqueras de todos los bretes se abrían, y en muy pocos segundos se producía una escena de confusión aparente,imposible de describir. Cada uno traía un novillo chúcaro en la punta del lazo; algunos de estos animales huían de los caballos y otros atropellaban; muchos bramaban, algunos eran desjarretados y corrían con los muñones; otros eran degollados y desollados, mientras en ocasiones alguno cortaba el lazo. A menudo el caballo rodaba y caía sobre el jinete y el novillo intentaba recobrar su libertad, hasta que jinetes en toda la furia lo pialaban y volteaban de manera que, al parecer, podía quebrar todos los huesos del cuerpo. Estuve más de una vez en medio de esta escena salvaje y algunas veces, realmente, me vi obligado a salvar galopando mi vida, sin saber con exactitud adónde ir, pues con frecuencia me encontraba entre Scyla y Caribdis.</blockquote><br />
Ha pasado mucho tiempo, pero tampoco tanto: hace apenas veinte años que la soja desplazó a la vaca como centro de la economía agreste y, aunque todavía no ha llegado el momento, también lo hará del centro del imaginario popular y del plato de los argentinos. Hoy, las vacas no son cimarronas, ese lugar lo ha ocupado el capital financiero que, como bien sabían Caín y Abel, es imprescindible para llegar de lo pastoril al grano.<br />
El lugar donde paraba sir Francis B. Head estaba a tiro de piedra de la parroquia del Socorro, en la hoy todavía elegante "bajada de Juncal", detrás del sitio donde luego construirían su palacio los Anchorena, actual sede de la Cancillería, edificio rebautizado como Palacio San Martín y desde cuyas ventanas se tienen algunas de las vistas más sosegadas de la ciudad.<br />
<br />
Yo trabajo casi enfrente y, en estos días, <i>pane lucrando</i>, preparo una edición conmemorativa de <i>Martín Fierro</i>, esa novela rimada que el Primer Centenario y Leopoldo Lugones nos vendieron como epopeya nacional.<br />
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El Bicentenario nos encuentra sin literatura de remplazo y sin nuevos imaginarios compartidos.<div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Julieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-59977725433698736712009-11-14T20:19:00.001-03:002009-11-14T20:22:20.575-03:00Entomológicas XII<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgn-jAi0D2JsZ3yN1E8OaAlCQWkiGUpthAfqbApKwbggMCDDEmNjEBW8xuNvdITOdPrNl8VHPCqsPXBMwOPPL9yBoHhj6YFIq9B4mEwKrzfkwwH3XV48_vYgE-aI7Dez1-SKpdRFPxKzD4/s1600-h/paloma+muerta.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgn-jAi0D2JsZ3yN1E8OaAlCQWkiGUpthAfqbApKwbggMCDDEmNjEBW8xuNvdITOdPrNl8VHPCqsPXBMwOPPL9yBoHhj6YFIq9B4mEwKrzfkwwH3XV48_vYgE-aI7Dez1-SKpdRFPxKzD4/s200/paloma+muerta.jpg" /></a><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">Callao abajo con cielo cerrado de tormenta en ciernes, caminaba ayer desde la <a href="http://www.bicentenario.gov.ar/vertema.php?idtema=215">Casa del Bicentenario</a>, que todavía no se ha inaugurado, hacia un encuentro con Héctor D. en el islote de baldosas blancas que forma la intersección de la avenida con el pasaje Discépolo, donde medra la terraza del café Martínez, reconstruido después de la batalla campal del 24 de marzo entre los replicantes anarquistas y las libélulas azules de la Policía Federal. Estrenaba unas sandalias cómodas, aunque demasiado abiertas para una ciudad donde la gestión de sus basuras queda al libre arbitrio de los vecinos. La caminata, sin embargo, se hizo corta porque hace tiempo que me he acostumbrado a esquivar obstáculos innombrables.<br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">Callao es muchas cosas en mi vida, por eso, hasta que no se hizo visible el tardío enclave jesuita de la manzana del colegio del Salvador, ni siquiera recordé el palomar donde Frau Flohe todavía es propietaria del séptimo piso. Por lo adusto de la edificación, la cuadra de los jesuitas, entre Tucumán y Lavalle, se hace más larga: un páramo desabrido de color piedra oscurecida por el hollín de las edades, sin las distracciones plebeyas de los comercios destinados a las clases bajas y destinados, también, a desaparecer. La suburbanización de Buenos Aires sólo es asible si uno mira hacia la acera de enfrente, donde las baldosas rotas forman montículos de escombros alrededor de pozos más o menos transitables y se suceden las tiendas que están todo el año de liquidación, anunciada con grandes letreros que parecen pintados con pintura a la cal. El árbol esquelético que crece frente a la puerta de entrada del palomar es el sitio donde, después de las ocho, los porteros juntan las bolsas de plástico negro con las basuras de los vecinos más disciplinados. Cadáveres urbanitas. Pero eran las tres. Miré hacia arriba y había dos carteles. Uno de venta, en el edificio casi neoyorkino aledaño al palomar y otro, en el séptimo piso de Frau Flohe. Este, de alquiler, anuncia los 210 metros cuadrados y alguna otra cosa que, desde donde estaba y a buen paso, no pude distinguir.<br />
</div><a name='more'></a><br />
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</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">Quería llegar al Martínez antes que Héctor D. Le había fallado a un almuerzo dos días antes y era de rigor que estuviera esperándolo cuando apareciera. Ya casi sobre Lavalle, alrededor de la papelera provista por la ciudad y que nadie usa, las huellas profusas del paso de Mme. Vainikoff y un revuelo de palomas. No se puede decir que Mme. Vainikoff deje basura suelta por las calles; esto no son migas de pan mojado, ni migas de pan seco. Que no son migas, que es pienso. Pienso para palomas compuesto de granos y partículas que se asemejan a balas de alta velocidad. Calidad profesional. <br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">La terraza del Martínez --y esto es un elemento más de confusión ontológica para los argentinos-- parece a prueba de lluvias, como las terrazas de los cafés de París. Instalada en la mesa más alejada de la calle y presa de la confusión, pedí una quiche Lorraine para un bocado tardío en otro día sin almuerzos regulares, porque la ciudad es grande, el transporte lento e imprevisible y todavía no sé cuándo comen los porteños, que me citan a las horas más intempestivas solo para tomar café. Héctor D. llegó antes que la tarta y hablamos de la posibilidad de exportación de libros académicos a 150 bibliotecas de Puerto Rico, por encima de la nube de ensalada de la guarnición y de su taza de café humeante. Héctor D. habla a voces y algunos dicen que se debe a que es rosarino, pero quienes lo dicen son impresores de Barracas, lo cual revela una cierta prevención popular en contra de aquella ciudad. Yo creo que habla tan alto porque es un optimista que siempre vivió en tiempos difíciles. Cuando los libros ya casi estaban embarcados hacia América Central, la lluvia se había descargado con una furia tropical que desmentía todas las pretensiones porteñas aquilatadas en la terracita del Martínez. Héctor tenía otro encuentro y se marchó bajo el agua con el mismo ímpetu con el que me había propuesto que reeditara a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/J%C3%BCrgen_Habermas">Jürgen Habermas</a>, así, como quien no quiere la cosa pero incursiona por la selva. Encendí un cigarrillo, di una bocanada y decidí esperar a que amainara.<br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">Un reguero de agua avanzó por debajo de las telas plásticas verticales del toldo afrancesado y me provocó un escalofrío cuando me mojó los pies, pero el resto de la terraza seguía siendo practicable, de manera que me limité a cambiar de mesa: el cigarrillo todavía estaba por la mitad y las cortinas de lluvia arrastradas por el viento desaconsejaban cualquier salida a la intemperie. En el dorso de la mano izquierda, cerca de los nudillos, una punzada ardiente que se convirtió en roncha y me llevó, de un golpe, al séptimo piso del palomar de Frau Flohe, donde tantas noches calurosas de un verano que no cejaba tuve la sensación de que no había escapatoria a las plagas de las palomas. Un bicho diminuto caminaba por mi brazo. Lo aplasté al punto y me arrepentí, porque así disminuido era imposible distinguir si se trataba de una pulga, de un piojo o de una simple arañita de los árboles que había buscado refugio de la lluvia. Por Callao, una mujer de proporciones maoríes con un niño grande en brazos resbaló y cayó sentada al suelo. Por el antebrazo derecho avanzaba el picor encendido de un ataque en todas las de la ley: arrollé la manga de la camisa y unas rojeces difusas me impulsaron a emprender la huida.<br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">No llegué demasiado lejos. Me guarecí bajo el toldo estrecho que tiene el café Martínez en la pared que da a Callao, junto a otra gente y, aunque todos estábamos hechos unos zorros, se distinguía a los extranjeros pobres porque la lluvia y la mojadura les provocaba risas infantiles, como carcajadas de cántaro. La mujer del niño ya estaba cerca de Corrientes, la ropa pegada al cuerpo y casi transparente por el agua. Un señor de impermeable azul noche avanzaba hacia el refugio después de vadear la esquina inundada del colegio del Salvador, donde antes habían estado los piensos de Mme. Vainikoff, que seguramente embozaban la boca de tormenta. En un ademán tan natural que traicionaba una educación convertida en segunda naturaleza, el señor del impermeable cerró el paraguas en cuanto estuvo bajo techo y nos lanzó una catarata fresca que terminó de empaparnos. Me uní a la carcajada general que celebró su perplejidad. La tarde era oscura y azufrosa como un crepúsculo, pero la tarde era una fiesta. Bajé la vista para comprobar el estado de mis sandalias y allí, a diez centímetros de mi pie casi descalzo, vi el cadáver aplastado de una paloma gris y negra con el cráneo desplumado y sanguinolento. Miré las cortinas de lluvia, miré a la gente, volví a mirar a la paloma que parecía la víctima de un accidente de tránsito sobre las baldosas blancas.<br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">Las palomas mueren como moscas en las calles de Buenos Aires, pero ese cráneo desplumado era una incongruencia que me incomodaba y los hilillos de agua que corrían entre el embaldosado venían mezclados con sangre y se acercaban a mis pies. Una niñata encinta dijo:<br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">--La del nene, la del nene se tropezó con la paloma y la mató.<br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">Me acerqué a alguien que hacía guardia en la entrada de la ochava: un hombre flaco y nervudo, de traje negro y corbata, tan malencarado que debe trabajar también de noche como segurata.<br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">--Hay que sacar a esa paloma de la vereda --le dije--. Es un peligro.<br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">Me miró de arriba abajo, miró la paloma, miró al vacío.<br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">--¿Usted trabaja aquí? ¿No me oye? Hay que sacar la paloma del paso.<br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">--Ah, yo no sé, yo soy de seguridad. Ya les voy a decir a las chicas que la barran.<br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">Volví a mi lugar bajo el toldo. La paloma seguía allí, cada vez más mojada, más poca cosa, y la niña embarazada de siete meses se había marchado. Salí a la lluvia, metí los pies en el torrente que bajaba por la avenida, crucé Callao bajo el agua que ahora era helada y me subí a un colectivo repleto, porque el subte no funcionaba.<br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">En la calle Güemes, a la altura de Scalabrini Ortiz, una valla cortaba el paso, pero alguien se había llevado la mitad por delante. Me bajé en Malabia. El peor día de tormenta de la temporada, una cuadrilla de obreros tercerizados por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Mauricio_Macri">Mauricio Macri</a> asfaltaba cuatro manzanas.<br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">Le dije a un portero:<br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">--Sólo a Macri se le ocurre asfaltar en un día como hoy.<br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">--Es que hubo denuncias --me contestó, molesto--. Esta gente lo había abandonado todo, porque no les pagaban.<br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">Las sandalias resultaron buenas. Ni siquiera se han deformado.<br />
</div><div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Julieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-79902753370814428712009-11-02T15:08:00.005-03:002009-11-02T17:06:47.451-03:00The Snark was a Boojum, you see<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_r2qbpjFxdS4Sb9UGhZz3GW-2AazDiE7-jpswBuIISTbnG_Vv-SgT9kcJE4FeEnIdcv8EfeDKp5OVbyrRHJsLuBTgCxUJYiLDxGLNP_HcE5a5ONYQ_gxagxrL7Y8Wczzuvg4N-zUcZ1Y/s1600-h/023-the-Jabberwocky-q67-1014x1521.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 214px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_r2qbpjFxdS4Sb9UGhZz3GW-2AazDiE7-jpswBuIISTbnG_Vv-SgT9kcJE4FeEnIdcv8EfeDKp5OVbyrRHJsLuBTgCxUJYiLDxGLNP_HcE5a5ONYQ_gxagxrL7Y8Wczzuvg4N-zUcZ1Y/s320/023-the-Jabberwocky-q67-1014x1521.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5399570314135450626" border="0" /></a>¿Qué significaba el Boojum para el hombre a quien conocemos como <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Lewis_Carroll">Lewis Carroll</a>? Es preciso desencriptar los textos de Carroll, tanto si se trata de<span style="font-style: italic;"> Alicia</span> como de sus poemas, escritos en lo que se suele denominar "nonsense verse". Sobre todo, no hay que perder de vista el hecho de que el reverendo Dodgson, alias Carroll, era tanto un pastor anglicano como un iniciado en la lógica y en las matemáticas. Todas estas vocaciones, frutos de un talento impar, en su caso se dan entrelazadas.<br /><br />Un ejemplo nos puede orientar. <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/David_Hilbert">David Hilbert</a>, el matemático alemán cotemporáneo de Carroll, presentó en 1988 su teorema de Infinitud. Fue rechazada por su colega Paul Gordan, editor de la importante revista <span style="font-style: italic;">Mathematische Annalen</span>, con el comentario "¡Esto es teología, no matemática!" No es que Carroll se hizo poeta porque tenía poca imaginación para las matemáticas, como algún malintencionado podría pensar, sino todo lo contrario. En cuanto a la teología, ya veremos.<br /><br />Para volver al Boojum, es caracterizado por Bellman, en el cuarto verso del poema acerca de la caza del Snark, como "una criatura peculiar", que "no puede ser apresada de una manera corriente". Y, ya antes, en el tercer verso, Baker cuenta que su abuelo le había advertido que tuviera "cuidado el día en que Snark sea un Boojum". El peligro se revela en el verso final: quien se encuentra con el Boojum, desaparece, junto con su supuesta presa. ¿Una anticipación de la noción de antimateria? Del gato, en <span style="font-style: italic;">Alicia</span>, al menos quedaba la sonrisa, una imagen que es imposible dejar de asociar con el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Erwin_Schr%C3%B6dinger">gato de Schrödinger</a> (1935).<br /><br />Es obvio que no cabe confundir el Boojum con otros monstruos carrollianos como, por ejemplo, el Jubjub, "esa ave exasperada", o el <a href="http://en.wikipedia.org/wiki/Jabberwocky">Jabberwock</a>, con tanta razón retratado como un dragón por el gran ilustrador John Tenniel, un experto en Carroll. Vemos que el Boojum representa, más bien, el problema de una alternativa desconocida, de una incompletitud como la propuesta por el teorema que <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Kurt_G%C3%B6del">Kurt Gödel</a> presentó en 1931. Carroll, poeta, matemático y teologo, anticipa por intuición.<br /><br />Boojum, ¿es o no es? De un modo análogo, Hilbert se preguntaba si las matemáticas eran decidibles. Eso nos lelva directamente al <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alan_Turing"><span style="font-style: italic;">Entscheidungsproblem</span></a> (1936) de Alan Turing y a la variante no determinista de su máquina, aquella con más de una posible combianción de actuaciones, o sea, de decisiones. Las dos formas son, como recordamos, una que siempre elige la transición que eventuralmente llevará a un estado final de aceptación y, la segunda, que se bifurca en varias copias, cada una de las cuales sigue una de las posibles transiciones.<br /><br />Un estado final de aceptación, para un teólogo, equivale a un artículo de fe. El Boojum, al desvanecerse, permite pensar en la posibilidad de una definición postergada; en otras palabras, de una duda. Esto no se condice con los preceptos de la iglesia anglicana y, si es por eso, tampoco con los los de los cristianos en general. Carroll, ¿era un buen creyente? O, ¿veremos en él, gracias a una incisiva interpretación del Boojum, a un pariente de <a href="http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1891">Sören Kirkegaard</a>? Tema para que generaciones de estudiosos inclinen sus frentes sobre un problema que, aunque no lo sospechábamos, nos concierne a todos.<div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Bengt Oldenburghttp://www.blogger.com/profile/17577712094706471460noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-14155249308779054522009-10-13T12:42:00.012-03:002009-10-14T01:00:11.628-03:00La araña<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgziluSEA1vdsX7VTFOlAmuZ8JW4l1FQXPGB1mVXG_8dg97CzlFqcMuHc2ouIUG6Z59CL8UvcOkIoJOtpDSp1_7NdRiphzWqFAX0xTrP5QzaCH3XvpdeifUC-gDFY2Ptlj7Y_Nd7VCdgmc/s1600-h/Spider+by+Buck+Denton.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 132px; height: 200px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgziluSEA1vdsX7VTFOlAmuZ8JW4l1FQXPGB1mVXG_8dg97CzlFqcMuHc2ouIUG6Z59CL8UvcOkIoJOtpDSp1_7NdRiphzWqFAX0xTrP5QzaCH3XvpdeifUC-gDFY2Ptlj7Y_Nd7VCdgmc/s200/Spider+by+Buck+Denton.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5392112496015954322" border="0" /></a><br />Durante varios decenios, Bengt Oldenburg soñó con una araña y una puerta entornada, convencido de que se trataba de su madre. Un día le dije que, por lo mucho que lo atormentaba y el pavor que le producía, no debía de ser su madre sino Dios.<br /><br />Desde entonces lo llamamos La Araña.<br /><br />Es difícil dar cuenta de las heridas que uno recibe en el sueño, pero a veces hacen simulacro de revelación. <a href="http://en.wikipedia.org/wiki/Tzimtzum">Tzimtzum</a> mediante, si Dios fuese una araña, en el vacío creado para que exista la Creación, emanaría luego desde sus hileras los hilos de una tela intrincada, toda una estrategia de captura. En sus telas, las arañas apresan insectos. En la suya, Dios atrapa el mundo sensible, que le es ajeno. Moscas en la tela de la araña; sufrimientos en la tela de Dios.<br /><br />Cuando las arañas han tejido en exceso y la caza sutil no ha estado a la altura de lo esperado, quedan tan debilitadas que se pasan un día entero fagocitando la seda que hilaron. Así, Dios nos regala sus diminutos, instantáneos y permanentes apocalipsis. Divinas devoraciones cotidianas a las que algunos dan por nombre el oxímoron de "leyes naturales".<br /><br />Una severa educación luterana, en el caso de Bengt, y el Rosario del viernes en casa de la abuela materna --reclinatorio para ella; cojines para las hijas y las nueras, duro mosaico para las rodillas infantiles-- en el mío, hicieron que aceptáramos desde niños y sin protestas nuestra condición de babas celestes en la todopoderosa estrategia de captura y alimentación. También es cierto que fuimos y somos conscientes de nuestra fragilidad, siempre suspicaces de cualquier propuesta ontológica que no acepte nuestra naturaleza quebradiza. Por eso, tal vez, nos dedicamos con ahínco a pensar, sobre todo, en el mundo de los hombres y sus relaciones, y así nos volvimos delicadamente cínicos.<br /><br /><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cui_bono"><span style="font-style: italic;">Qui bono</span></a> fue nuestra manera de entender lo oscuro y, cuando ni aun así se entiende, nos miramos, alzamos el índice al cielo y volvemos los ojos a lo alto antes de decir: "Entonces, si no tiene sentido, es para La Araña".<br /><br />Todo esto para contar que hace pocos días me topé con una cosa llamada <a href="http://www.librarything.com/">LibraryThing</a>, en la cual me anoté bajo el pseudónimo de <a href="http://www.librarything.com/home/serventesio">Serventesio</a> --que no logro anular-- para probar sus dinámicas y ver si entendía por qué 850.000 humanos alrededor del mundo se dedican on-line a catalogar sus bibliotecas, reales o imaginarias. Esta actividad de etiquetado o <a href="http://en.wikipedia.org/wiki/Tag_%28metadata%29">tagging</a> es una característica esencial de la web 2.0, esa tela de araña con la cual estamos creando una inteligencia exoencefálica, para lo cual también será necesario que, como Dios en el tzimtzum, nos retiremos a alguna otra parte.<br /><br />Primero fue la <a href="http://en.wikipedia.org/wiki/Main_Page">wikipedia</a> y, en la euforia de que <a href="http://jamillan.com/librosybitios/blog/labels/Lo%20hacemos%20entre%20todos.htm">lo hacíamos entre todos</a>, hace unos años y todavía en la calle Princesa de Barcelona, me apunté como editora de las páginas creadas en español. Por cierto, me había pasado media vida adecentando textos para que pudieran ir a las prensas, y aquello no era más que una extensión de mi actividad más acuciante y absorbente, de mis obsesiones transformadas en profesión. El día que me apunté en la wikipedia me sentí virtuosa, pero no descendí en mi autoestima cuando me olvidé del asunto. Nunca etiqueté nada, tal vez por pereza.<br /><br />Por entonces o poco después, <a href="http://www.amazon.com/">amazon</a> se lanzaba a la actividad favorita de la grandes corporaciones en la edad de la globalización: convertir a los clientes en empleados fuera de plantilla que, además de pagar por los productos que consumen, trabajan gratis para quien se los vende. El juego, porque como un juego se planteó, consistía en poner tags o etiquetas a los libros que uno leía y se vendían en la librería on-line. Un ejército de voluntarios, ante el halago de que ellos podían hacer lo que no hacían las robóticas spider del vendedor de libros más famoso del mundo, comenzó a clasificar o, simplemente, a adjetivar los libros de otros en una gigantesca operación de recensiones sin solución de continuidad. El marketing, decían los optimistas de la prensa, seguía siendo una actividad humana. La verdad era que las arañitas robóticas necesarias para la existencia de esta web que se quiere semántica pueden decir cuántas veces aparece la palabra "caca" a lo largo de un documento de 100 mil palabras, pero son incapaces de distiguir si el documento en cuestión es una novela o un tratado de puericultura.<br /><br />Provocaba cierto mosqueo, aparte de la incomodidad de enfrentarse a una miríada de opiniones de desconocidos cada vez que se quería comprar un libro, pero la cosa no pasaba a mayores: al fin y al cabo, hacía ya decenas de años que uno compraba muebles en <a href="http://www.ikea.com/es/es/preindex.html">Ikea</a>, se los llevaba a casa a pulso y pasaba ratos inolvidables tratando, en vano, de armarlos según las instrucciones. Más de lo mismo y aplicado a un producto, el libro, sobre el cual no había que sentarse ni correr el peligro de que se viniera abajo con alguien encima. Nada demasiado nuevo, salvo que estábamos hablando de la web y de arañas. Arañas en una operación de captura de algo que les es ajeno.<br /><br />Moscas en la tela de araña, sufrimiento en la tela de Dios y etiquetas en la web 2.0. Ni las arañas producen moscas, ni Dios es capaz de la experiencia sensible, ni la web semántica genera sentido, aunque el simulacro se le da bien.<br /><br />Y entonces me topo con <a href="http://en.wikipedia.org/wiki/LibraryThing">LibraryThing</a>, que nació el 29 de agosto de 2005, y me confirma en mis peores pesadillas. Porque los <a href="http://jamillan.com/librosybitios/blog/2008/05/las-etiquetas-de-los-lectores.htm">tags</a> que colocan los más de 850.000 humanos que forman parte de esta red social son absolutamente inútiles para cualquier otro humano: por ejemplo, no sirven si lo que queremos es encontrar la ubicación de un libro. Y para colmo, Tim Spalding, su fundador, no confiesa ningún afán de lucro y, por tanto, no necesita una burda operación de marketing, como <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Jeff_Bezos">Jeff Bezos</a>. Es aun más inquietante: nadie nunca ha oído hablar de dinero alrededor de esta empresa de proporciones globales.<br /><br />Es para La Araña, diríamos a coro Bengt y yo. No, no es para La Araña. No esa araña. Y uno se siente un poco humillado, porque después de milenios de práctica en proveer a Dios del sufrimiento que de otra manera desconocería, habíamos llegado a sentir el papel como una segunda naturaleza. Si hasta nos permitimos discutir con él por boca de Job y produjimos un monólogo dramático que todavía nos conmueve, y aunque a veces nos sintiéramos como su ganado, finalmente éramos el ganado de Dios.<br /><br />Pero esto de proveer de sentido a esta entidad exógena, esto de dejarla pastar en nuestras etiquetas, esto de convertirnos en esclavos de una nueva tela de araña en lugar de ser su hilado, industriosos productores de un invento que por acumulación extravagante lo anulará todo, esto de ser el ganado de la palabra en el reino del algoritmo es, definitivamente, una purga rabiosa y definitiva de humildad.<div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Julieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-47573366721813166592009-10-02T10:36:00.002-03:002009-10-13T22:50:25.057-03:00Literatura electrónica: Palabras<a href="http://webliter.blogspot.com/2009/10/palabras_02.html">Literatura electrónica: Palabras</a><br /><br />Magnífico blog del Cervantes Virtual que recibo vía <a href="http://jamillan.com/librosybitios/blog/">José Antonio Millán</a>. Gracias.<div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Julieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-28310883513289398072009-10-01T19:46:00.012-03:002009-11-02T01:16:54.178-03:00¿Hay que seguir llamándolos libros?Hace una eternidad, un niño llamado Bruno estaba sentado en un sofá tapizado de gamuza color verde botella. Las rodillas casi le llegaban a las orejas y las suelas de las zapatillas dejaban huellas pasajeras en el traqueteado mueble familiar. Era difícil decir que se trataba de Bruno, porque el libro de tapas duras en el que estaba absorto le cubría la cara. Era la primera entrega de la saga de J K Rowling, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Harry_Potter"><span style="font-style: italic;">Harry Potter y la piedra filosofal</span></a> y su primera experiencia de lectura, no porque antes no hubiese leído libros, que había leído muchos, sino porque este era el primero que se parecía a los que leían los adultos.<br />
<br />
El libro que lo tenía enfrascado no llevaba ilustraciones y todo el estímulo visual se concentraba en la tipografía del cuerpo 12 elegida por el editor. Aunque en casa de Bruno nunca hubo televisor, cuando entrevió la figura de sus padres por el rabo del ojo, les dijo con voz profunda:<br />
<br />
--Esto es mejor que la tele.<br />
<br />
Apartó el ejemplar, aunque no mucho, se golpeó la frente con la mano y agregó:<br />
<br />
--Lo veo todo acá, en la cabeza.<br />
<br />
El padre dio cuenta de la conversión de su hijo en lector en un número <a href="http://www.fundacionginer.org/boletin/bol_42.htm">42-43 del BILE</a>, un monográfico sobre literatura infantil y juvenil en el que también colaboré. Veamos qué decía:<br />
<br />
<a href="http://jamillan.com/piedrafi.htm"><span style="font-family: Times New Roman; font-size: 100%;">Bruno había descubierto repentinamente que las letras convocaban personajes, sucesos, paisajes y climas, de forma tan rica y tan simple que uno podía, sencillamente, pararse a mirarles. Porque el esfuerzo y la mecánica de la lectura —esa trabajosa combinatoria de signos para evocar fonemas que despertaran palabras, con sus cargas sintácticas y semánticas que apuntaban a hechos y seres que no eran necesariamente de este mundo— había disminuido hasta tal punto (o quizás había adelgazado tanto, en comparación con la riqueza de los frutos obtenidos), que sencillamente, no importaba, y quedaba sólo la vivencia, ajena y vicaria, pero vivísima...</span></a><br />
<br />
Bruno tenía 7 añitos.<br />
<br />
Ayer, en la edición electrónica del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/The_New_York_Times">New York Times</a>, <a href="http://topics.nytimes.com/topics/reference/timestopics/people/b/brooks_barnes/index.html">Brooks Barnes</a> informaba de la decisión de Disney de lanzarse de cabeza a la edición electrónica. También contaba que la corporación desconfía de los dispositivos dedicados y no le falta razón: basta recordar --y es difícil recordarlos-- la suerte que corrieron los lectores electrónicos <a href="http://www.adobe.com/aboutadobe/pressroom/pressreleases/200008/20000828glassbook.html">Glassbook</a> o <a href="http://www.adobe.com/aboutadobe/pressroom/pressreleases/200008/20000828glassbook.html">SoftBook</a> y, aunque ambos son historia del siglo pasado, también la exitosa y contemporánea plataforma propietaria de Amazon, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Kindle">Kindle</a>, deja bastante que desear. Según la gente de Disney Publishing, los dispositivos dedicados existentes no proporcionan una experiencia digna de su catálogo de miles de títulos para niños.<br />
<br />
Disney, como Dumbo en una cacharrería, entra con pie firme y ancho en un negocio que todavía no es negocio para nadie y donde hasta ahora apenas había chapoteado.<span style="text-decoration: underline;"></span> Lo hace desde un website propio y en la modalidad de suscripción. Propone que por el módico precio de 79,95 dólares estadounidenses al año, la familia tenga acceso a 500 títulos, que podrá seleccionar de acuerdo con las aptitudes lectoras de cada niño de la casa. La horquilla etaria es de 3 a 12 años y la experiencia, wagneriana, por lo totalizadora. Los cuentos hablan por medio de la voz grabada de actores (¡otra oportunidad para que los padres hagan dejación de responsabilidad!) y, a su influjo, cada palabra se va iluminando mientras una musiquita de fondo atrapa la atención y los sentidos del niño sobreestimulado. Que si el niño encuentra una palabra que no le es familiar, ningún problema: a golpe de ratón consigue que se la lean otra vez voz alta.<br />
<br />
Nadie sabe qué será de esta iniciativa, pero la misma Disney hace una prospección modesta en el tiempo. El <span style="font-weight: bold;">libro de cuentos total</span> en web tendrá una vida útil --en términos económicos y tecnológicos-- que no irá más allá del 2015. Hoy, Disney vende 250 millones de ejemplares de libros de cuentos tradicionales sólo en los Estados Unidos.<br />
<br />
Para ver lo que hoy vería Bruno si le tocara iniciarse a la lectura, recomiendo visitar<br />
<a href="http://disneydigitalbooks.go.com/?cmp=ddb_hp_redirect_extl">Learn How </a><a href="http://disneydigitalbooks.go.com/?cmp=ddb_hp_redirect_extl">It Works</a>.<br />
<br />
La compleja experiencia de internalizar una historia, de llenar los espacios en blanco no sólo de la página sino de la lógica narrativa --ese espacio conjetural donde se desarrolla la capacidad de crear mundos-- queda aturdida por la sobreexposición a estímulos. La razón narrativa --que es una de las capacidades humanas, como lo es también la fe-- se externaliza, de la misma manera que se tercerizan los servicios y el trabajo en la última fase de la economía neoclásica.<br />
<br />
De ser niño, me quedaría con <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Los_Sims">Los Sims</a>, que nunca han pretendido ser un libro, son más divertidos y permiten desarrollar otras habilidades.<br />
<br />
<br />
(continuará...)<div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Julieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-11028313358857273022009-09-08T23:47:00.006-03:002009-10-13T22:53:02.472-03:00Cajas<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEixDpgMImciIkneNWEusKgDRfTSzQKewU0FQe8EepST4pSu2sgFino9t0QfksXB99ZYPyKS-kR-u4Hy7gZXtiePPdJ-OtIzLxQTSiHJmqJu5fy0wsQ7XNvXEzFUYf_-A6busqw_kiZz3Bo/s1600-h/tipografia2.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 176px; height: 200px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEixDpgMImciIkneNWEusKgDRfTSzQKewU0FQe8EepST4pSu2sgFino9t0QfksXB99ZYPyKS-kR-u4Hy7gZXtiePPdJ-OtIzLxQTSiHJmqJu5fy0wsQ7XNvXEzFUYf_-A6busqw_kiZz3Bo/s200/tipografia2.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5379297698581430674" border="0" /></a><br />Abro las cajas y encuentro libros. <span style="font-style: italic;">Real Presences</span>, que tanto me impresionó hace veinte años (tanto que lloré, y no es fácil llorar con un ensayo), me ha parecido hoy un rezongo en vez de una elegía. George Steiner estaba furioso porque lo excluían de la nueva elite que escribe en algoritmos, porque él escribe en alfabeto. Pero de allí a negarle dimesión simbólica a las matemáticas hay un abismo que él salta sin red y, lo peor, cree que ha llegado al otro lado.<br /><br />(continuará)<div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Julieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-19194055588187162009-09-06T11:43:00.002-03:002009-09-06T16:00:09.546-03:00El escudo de aquiles<a href="http://www.sccs.swarthmore.edu/users/99/jrieffel/poetry/auden/achilles.html">Auden: "The Shield of Achilles"</a><br /><br />Leía anoche a Nicole Loraux, que me hacía leer a Heráclito en este fragmento:<br /><br /><div style="text-align: center;"><span style="font-style: italic;">También el potaje kykeón se descompone [diístatai] al no menearlo [me kinoûmenos].</span><br /><br /><div style="text-align: left;">La lectura política de esta hermosa reflexión encerrada en un juego de palabras es: "si no hay agitación, hay división". O, como propone finalmente Loraux, "sin conflicto, habrá división". Y en esta perfecta, porque física e imaginada, descripción del conflicto en suspenso [el brebaje kykeón es una suspención hecha de agua y harina de cebada] sentí nostalgia de la <span style="font-style: italic;">Ilíada</span>, concretamente, del momento en que Efestos fabrica el escudo de Aquiles, con las dos ciudades: un Génesis griego donde lo que se crea no es la Naturaleza, sino el cuerpo político donde habitará el sujeto griego, donde el sujeto se hará inteligible. Con osadía, digo, el sujeto occidental y la imposibilidad del paraíso perdido.<br />Eran las dos de la mañana y leía en la cama. Apagué la luz buscando en la memoria --la única biblioteca válida-- los versos, pero no los recordé. La biblioteca, la otra, la que nos convirtió en cyborgs desde Alejandría, sigue encajonada: cajas de cartón con prescinto plástico que se resisten a mis intentos de poner orden, un orden que se me escapa desde hace tres meses.<br />Esta mañana, sobre las migas de las tostadas y la tetera todavía tibia, le conté a Bengt sobre Heráclito, le conté la anécdota que refiere Plutarco, que no entiende porque, aunque griego, ya es un romano . Es el día en que Heráclito es llamado a la Asamblea y no pronuncia una palabra. En el ágora, lugar de la palabra, Heráclito calla y gesticula. La pregunta que le han formulado es sobre qué es lo mejor para conservar la armonía cívica. Sin abrir la boca, en una crátera mezcla agua, harina de cebada y unas hojas de menta [el krykeón de los misterios eleusinos], lo agita hasta convertirlo en una suspensión, se lo bebe y se marcha.<br />Entonces, volví a sentir nostalgia de la <span style="font-style: italic;">Ilíada</span> y convinimos en que haríamos una <span style="font-style: italic;">grasse matinée</span> y perderíamos parte de la mañana en leer juntos, y en voz alta, la descripción homérica de la fabricación del escudo de Aquiles. Pero la biblioteca está encajonada y sólo me quedaba el recurso de la web. No tenía ganas de leer la traducción de Butler, que es la que salta a la primera búsqueda de Google, la quería bilingüe, en griego y castellano, pero la edición de Gredos no es de libre acceso. Lo leímos de todas formas, aunque algo decepcionados. Y allí apareció, ¿qué? este poema de Auden que desconocía.<br />Lo escribió en 1953, sobre la huella todavía humeante de los campos de exterminio nazis de la Segunda Guerra, en el año en que moría Stalin y dejaba la sospecha de un stalinismo triunfante. Este escudo de Aquiles es lóbrego y no hay ciudad, mucho menos dos ciudades. El cuerpo político habitado por el sujeto occidental hacía tiempo que había estallado en pedazos.<br /></div></div><div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Julieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-34688819528503340142009-04-21T09:42:00.007-03:002009-04-21T10:38:24.086-03:00Una plaga, las palomas<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj32GGysxdna7jI-eZIaxI3Q_KfWaO2tM3nPkcUCnFGMZlHH3IANY4Z6y4bye0URoy3kccBhpOFx8vqmyzjghV4Wj5jXOVXppvSHGeCod0Fi_iAu73LO1lTKmHYtb8Hr34iZbPQA4v4A6c/s1600-h/paloma+muerta.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 200px; height: 150px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj32GGysxdna7jI-eZIaxI3Q_KfWaO2tM3nPkcUCnFGMZlHH3IANY4Z6y4bye0URoy3kccBhpOFx8vqmyzjghV4Wj5jXOVXppvSHGeCod0Fi_iAu73LO1lTKmHYtb8Hr34iZbPQA4v4A6c/s200/paloma+muerta.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5327130537733635698" border="0" /></a><br />Así lo dice <a href="http://en.wikipedia.org/wiki/Louise_Erdrich">Louise Erdrich</a>, flamante finalista de la edición 2009 del Premio Pulitzer en la categoría de ficción con la novela <a href="http://www.nytimes.com/2008/04/28/arts/20080429_EXCERPT.html"><span style="font-style: italic;">The Plague of Doves</span></a>, una historia de asesinatos, pasiones oscuras y accidentes extraños que se extiende a lo largo de varias generaciones en el pueblo imaginario de Pluto.<br /><br />Nunca publicamos a Louise Erdrich, aunque todo nos habría llevado a hacerlo después del éxito de nuestras traducciones de <a href="http://www.youtube.com/watch?v=NwiQb8OQ6dY">Sherman Alexie</a>, que ganó el National Book Award en 2007. Pero la Erdrich se parecía demasiado a García Márquez, aunque en <span style="font-style: italic;">The Plague of Doves</span> recurre a técnicas que <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/William_Faulkner">William Faulkner</a> llevó a la perfección en <span style="font-style: italic;">Mientras agonizo</span>.<br /><br />Las palomas, aquí, son pájaros de mal agüero.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;"></span><span style="font-style: italic;"></span><div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Julieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-7127015880250454832009-04-15T21:54:00.004-03:002009-04-16T10:02:07.494-03:00Media con limpio<a href="http://graphics8.nytimes.com/images/2009/03/29/books/crain-600.jpg"><img style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 600px; CURSOR: hand; HEIGHT: 396px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="http://graphics8.nytimes.com/images/2009/03/29/books/crain-600.jpg" border="0" /></a><br /><div>Haciendo honor al nombre de este blog releía (posible definición de "clásico": libro que siempre se relee, jamás se lee) <em><a href="http://www.princeton.edu/~batke/moby/moby-1.html">Moby Dick</a>,</em> y, como ocurre con las obras consagradas por el tiempo, y que alguien me demuestre que ocurre lo mismo con las de ahora, pronto se reveló una fuente privilegiada de reflexiones, en este caso sobre los viajes, que son (dice el protagonista, y lo corroboro) "my substitute for pistol and ball".</div><div><br />Ahora bien, hay formas distintas de viajar: </div><div><br /><blockquote>I always go to sea as a sailor, because they make a point of paying me for my trouble, whereas they never pay passengers a single penny that I everheard of. On the contrary, passengers themselves must pay. And there is all the difference in the world between paying and being paid. </blockquote></div><div>Leo eso, profundamente <a href="http://www.iberia.com/">humillado</a> tras mi último viaje, y no puedo sino estar de acuerdo. Pero a lo que iba: en la posada en la que Ishmael acierta a caer le ofrecen compartir un lecho:<br /></div><blockquote><p>I sought the landlord, and telling him I desired to be accommodated with a room, received for answer that his house was full - not a bed unoccupied. "But avast," he added, tapping his forehead, "you haint no objections to sharing a harpooneer's blanket, have ye? I s'pose you are goin' a whalin', so you'd better get used to that sort of thing." </p></blockquote><div>El rechazo del protagonista es inmediato (aunque su partner resulta ser el bondadoso <a href="http://jamillan.com/mwiki/index.php/Caníbal">caníbal</a> Queequeg), y toda la coreografía de la escena me han recordado primero a la arqueología de una expresión de los Siglos de Oro españoles: "<a href="http://www.diclib.com/cgi-bin/d1.cgi?l=es&base=alkonageneral&page=showid&id=65947">media con limpio</a>": la cama compartida con alguien de garantizadas condiciones higiènicas que se ofrecía en las <a href="http://books.google.com.ar/books?id=-UMh96vC-JoC&pg=PT98&dq=%22media+con+limpio%22&as_brr=1&output=html">posadas</a>, a falta de otra cosa. Y luego el testimonio de Thomas Butler Gunn en su libro <em><a href="http://www.nytimes.com/2009/03/29/books/review/Crain-t.html?_r=1">The Physiology of New York Boarding-Houses</a>.</em></div><div><em></em></div><div><p>El ser humano nunca ha dormido mejor que hoy en día, y que al menos eso nos consuele. Buenas noches.</p></div><div></div><div></div><div><p>NB: Si alguien quisiera salvar su blog, y luego editarlo bajo otro nombre, debería ir al Escritorio / Configuración / Básico / y en Herramientas de blog pulsar Exportar Blog.<br /></p></div><p></p><div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>José Antonio Millánhttp://www.blogger.com/profile/06202900883903174961noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-22341335143169134942009-04-06T17:31:00.010-03:002009-10-13T22:54:19.390-03:00Entomológicas XI<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjedZMBRjcs9Grh2BwUdcKpgjwybeUsFiy6Ik9_c40KQ-s36SZ-xn_Qssmhyphenhyphenfyj0XfWYqJbhxd15mrwMOJlkbkVNXj1xJLrY7XlIlcWU9iGAHgLwg5jt-d2XYS1KOF_lFhiT5MUTkA2Dr4/s1600-h/chalcosoma+atlas.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 200px; height: 200px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjedZMBRjcs9Grh2BwUdcKpgjwybeUsFiy6Ik9_c40KQ-s36SZ-xn_Qssmhyphenhyphenfyj0XfWYqJbhxd15mrwMOJlkbkVNXj1xJLrY7XlIlcWU9iGAHgLwg5jt-d2XYS1KOF_lFhiT5MUTkA2Dr4/s200/chalcosoma+atlas.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5321679139263784338" border="0" /></a>Hay en los insectos una calidad que los acerca a las joyas. No es privativo de los escarabajos; hasta la larva de una pulga, con esa cutícula dura como madreperla que ningún veneno atraviesa, pudo salir de la imaginación de un orfebre. Cuando Frau Flohe vio mi ejemplar de Chalcosoma atlas, debidamente enmarcado, colgando de la pared del pasillo, dijo:<br />--Yo tuve uno igual.<br /><br />Mi ejemplar es un macho de 190mm de envergadura. Por lo general, los neófitos se conforman con uno de 130mm, que ya es considerable.<br /><br />Y entonces me dio la dirección de una joyería, en un subsuelo de la calle Posadas, donde uno puede encargar insectos como broches. Lo cierto es que le había comentado que me encantaría llevarlo prendido en un vestido. Era el 7 de febrero y todavía no se había dado el encuentro con Felisa y su grillo, en el Centro Cultural Recoleta.<br /><br />¿Con qué harían las alas reticuladas? ¿Con ámbar?<br /><br />No mostré mucho entusiasmo, porque, aunque no lo dije, lo que a mí me gustaría llevar prendido en un vestido es un verdadero Chalcosoma atlas, preparado con tanto primor por el taxidermista que la fragilidad del cadáver embalsamado fuera relativa y, sin embargo, omnipresente . Memento mori a la complejidad de la creación.<br /><br />Todo había empezado en Londres, como dije. En 1999, para ser exactos.<br /><br />Volvimos a Barcelona cuando terminó la Feria y en las maletas llevaba un tejedor, un moscardón azul y la todavía desconocida determinación de publicar en castellano los misterios de Lew Griffin. Al entrar, en casa nos esperaba una invitación del editor de Harvill, Christopher MacLehod. Se trataba de una recepción que daría en su casa de Londres a finales de junio , en honor a W. G. Sebald y a Murray Bail, un excelente escritor australiano cuya mujer tuvo la mala idea de convertirse en best-seller antes de que él llegara a las librerías europeas. Tanto Christopher como nosotros íbamos a publicar, el siguiente otoño, <span style="font-style: italic;">Eucalyptus</span>, de Bail, una novela de las que viajan mal en traducción porque la anécdota es escuálida y todo el peso recae en el estilo. No es que no lo supiera entonces, pero yo había entrado en esa etapa caprichosa de la edición, cuando se empiezan a medir los éxitos por la opinión que de uno tienen los colegas más reputados y se olvida lo que piensan los vendedores bastante desastrados que lo esperan en el verdadero teatro de operaciones: el mercado local.<br /><br />¿Volver a Londres tres meses después? ¿Por qué no? Praga podía esperar. Aceptamos la invitación y planificamos unas vacaciones urbanas con mucho teatro. Algún día se hablará de lo mucho que hicieron los dramaturgos irlandeses por el teatro inglés en los años 90. La perspectiva no estaba mal y, además, sentía gran curiosidad por conocer la casa de los MacLehod.<br /><br /> El peor ultraje que había recibido esta pareja en su vida editorial fue responsabilidad de un exitoso autor estadounidense, que confundió el Bentley vintage color negro, que Christopher conducía de propia mano, con un taxi londinense, cuya comodidad y estilo elogió calurosamente cuando lo comparó con los atroces taxis neoyorkinos, desvencijados y conducidos por inmigrantes que desconocían la ciudad. Por lo demás, los MacLehod eran bellos, elegantes y snob al mismo tiempo, y ejercían un excelente criterio literario. A causa de esto, no solo compartíamos autores, sino que por entonces el futuro de su editorial y el de la nuestra se veía seriamente amenazado y a ambas las esperaba, al final del camino, la disolución dentro de un gran conglomerado internacional. Pero eso llegaría más tarde: todavía eran días de malta y rosas. Las maltas, para Christopher.<br /><br />Unas vacaciones en Londres tienen parada obligada en alguno de los mercados de pulgas de la ciudad y Portobello Road era el lugar donde conseguir la platería de cada día que andábamos buscando. Esto es, <span style="font-style: italic;">plate</span>: alpaca revestida de plata. De Elkington, en lo posible. Pero Portobello está lleno de distracciones y allí compré aquel verano mis primeros ejemplares disecados: una tarántula gigante de Perú, un escorpión de Malasia y el Chalcosoma atlas de Borneo que me gustaría usar de broche. En la Plaça Reial de Barcelona ya había abierto sus puertas el restaurante fashion "El taxidermista" y poco después, el mercado de la Boquería le haría sitio a un puesto de insectos para cóctel. Lo más rico eran las hormigas panzudas fritas y saladas, pero Bruno y Lucas --los hijos de José Antonio y Susana-- no le hacían ascos a los chupetines de gusanos australianos ni a los que contenían, como en ámbar, pequeños escorpiones.<br /><br />Mucho antes que Harte, Federico Mayor, cuando era pintor, pintaba insectos. Aunque también una vez lo atacó un monstruo que en la tela apareció con forma de yacaré. El isotipo de Harvill Press era un leopardo; el nuestro, un grifo. De Griffin, en inglés, de Lew Griffin. Sus misterios, sin embargo, aparecieron bajo la estructura más protectora de un Poliedro. Menos, por supuesto, el fantasma de una pulga, <span style="font-style: italic;">Ghost of a Flea</span>, ese cierre en falso de la serie donde hay un asesino de palomas y donde nos enteramos de que la voz que nos había cautivado, la del narrador Lew, no era tal y todo se desmorona.<br /><br />Un oficial alemán, amigo de Ernst Jünger y también entomólogo, perdió entera su preciada colección de insectos cuando los aliados destruyeron su pueblo. Escapó a un pueblo menor y, en seis semanas, la había reconstruido con 400 mil ejemplares. Esto cuenta Jünger en sus diarios.<br /><br />Frau Flohe supo tener una colección de insectos, más extensa que la mía según parece, aunque nunca la he visto. Me contó que, cuestiones de los divorcios, la perdió a manos de su primer marido, pero el segundo la está ayudando a reconstruirla. Hoy, un Chalcosoma atlas puede comprarse en Internet, disecado o vivo. Son fáciles de mantener una vez superado el estadio de larva, época en la que consumen hasta medio kilo de proteínas. Si uno cría dos larvas y se olvida de darles suficiente alimento, una de ellas matará a la otra y, aun cuando están bien alimentadas, muerden la mano de su dueño. El Chalcosoma atlas es una tercera categoría de escarabajo: ni se hace el muerto ni huye. Tienen defensas poderosas, como las de un rinoceronte y, ante el peligro, la selección desencadena la respuesta del combate. Huir no puede: sus alas de color caramelo serían incapaces de hacer levantar vuelo a su enjoyado mecanismo. Si pierde en el combate, sencillamente muere <span style="font-style: italic;">and nothing remains of the warrior, but his weapons</span>.<div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Julieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-12018673169247859372009-04-02T00:38:00.007-03:002009-04-02T00:47:00.464-03:00Los nombres<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh47M3Wx7KcbJGC_Tx4UKn7ym6V1_8bTH3Gx06uL-UbZ10uB_Y0wgVCge9rgMQc5lxoxgkvQU68VnCrlGqrehNLXoe-9qAQinDdaD5vrPX3NSl9TjbOcqrTlZGgZZOgza0YJJxQelrwwag/s1600-h/smokerings.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 148px; height: 200px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh47M3Wx7KcbJGC_Tx4UKn7ym6V1_8bTH3Gx06uL-UbZ10uB_Y0wgVCge9rgMQc5lxoxgkvQU68VnCrlGqrehNLXoe-9qAQinDdaD5vrPX3NSl9TjbOcqrTlZGgZZOgza0YJJxQelrwwag/s200/smokerings.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5319935258135143778" border="0" /></a><br />Mientras sigamos llamando Revolución Industrial a la Revolución Financiera de fines del XVIII, no entenderemos hasta que punto lo que está sucediendo con la economía mundial tiene menos en común con el crack de 1930 que con la Revolución Francesa.<br /><br />Solo que esta vez no habrá revolución.<div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Julieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-65147599715726308102009-03-31T10:39:00.009-03:002009-10-13T23:04:14.099-03:00Entomológicas X<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZ-SgxbenDGC3-tYPzCLrOT0Ijn5EVqvaPHdjsdRQyXVvZSCgLXpgm7NetW26S2Q3iz9wz2pfKzsGaHe4oo2PwRMbtwuzJF2rgjtalm-ix-Lwljjx-T6IPK48AX5b_b-9SBDDmJ5G3-Es/s1600-h/20060805145243_pigeon-eye-by-david-gifford.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 200px; height: 174px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZ-SgxbenDGC3-tYPzCLrOT0Ijn5EVqvaPHdjsdRQyXVvZSCgLXpgm7NetW26S2Q3iz9wz2pfKzsGaHe4oo2PwRMbtwuzJF2rgjtalm-ix-Lwljjx-T6IPK48AX5b_b-9SBDDmJ5G3-Es/s200/20060805145243_pigeon-eye-by-david-gifford.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5319346190923141010" border="0" /></a>No son pulgas. O al menos no son solo pulgas.<br /><br />Ayer por la tarde estaba en el estudio terminando la traducción de <span style="font-style: italic;">The Serious Artist</span>, el ensayo que Ezra Pound publicó en <span style="font-style: italic;">The Egoist</span> en 1913, donde están los conceptos seminales que luego formarían parte del Manifiesto Vorticista. Creo que cuando Pound y Henri Gaudier-Brzeska hablaban de <a href="http://en.wikipedia.org/wiki/Vorticism">vorticismo</a> no estaban diciendo lo mismo. Lo de Pound apenas si rozaba las artes plásticas. Estaba creando un artista como emperador del mundo --él mismo-- sobre la base de las teorías científicas populares en su época.<br /><br />No sé por qué llamo estudio al lugar donde escribo. En realidad, no hay nada más que una PC y una notebook, un atril de mesa para apoyar los libros que voy traduciendo y una lámpara de lectura. El cuarto es incómodo y desangelado. No hay ninguna otra cosa mía en el estudio. Es uno de los lugares que no conquistaré antes de marcharme de la casa. Es el anteúltimo cuarto en el pasillo de 27 metros. La pared de mi izquierda está cubierta por seis grabados del <span style="font-style: italic;">Musée Imaginaire Napoléon</span> que me tienen harta; ya los había usado para crear un efecto de empapelado en un pasillo de nuestra casa de la calle Princesa, en Barcelona. Allí había colgado más, unos ocho o diez, hasta cubrir una pared entera, desde el techo al zócalo. Quedaban muy bien en aquel contexto. Lo que llamo mi estudio es uno de los cuartos que no llegamos a pintar. Karina mi asistente lavó las paredes y las adecentó; los grabados cumplen la función de tapar unas pegatinas infantiles que no pudimos arrancar ni usando el cuchillo de abrir ostras. En el otro estudio, el azul, el que usa Bengt, un cuadro de 110X120 tapa un desconchado de la pintura oscura. A Karina no le gusta ese cuadro, dice que no está pintado, que el artista sólo juntó las manos, sumergió los cantos en pintura azul y con ellas estampó sin orden ni concierto unas bocas verticales semiabiertas. Es cierto. Debería dedicarse a la crítica de arte.<br /><br />Los grabados Napoléon que tapan las pegatinas los colgamos antes de firmar el contrato de arrendamiento, el 7 de febrero, antes de que dos insectos se me incrustaran en las manos, antes de que las doce palomas se transformaran en setenta, antes de la primera fumigación; antes quiere decir cuando todavía parecía una buena idea el traslado a Callao. Cuando estábamos contentos e ilusionados. Esto es, durante la primera semana de nuestra estancia. Después, todo quedó congelado. En las estanterías enchapadas de abedul, están los treinta libros que coloqué el primer día. Ni uno más. Los armarios que se abren a mi espalda, vacíos, a no ser por un sobre con el producto de nuestra "caza sutil" y dos redondeles de algodón, de los que se usan para desmaquillarse, entre los cuales también hay atrapados otros diminutos habitantes del séptimo piso. Los guardaba para llevarlos algún día a la Facultad de Veterinaria, para que alguien me dijera qué son exactamente. En el sobre y entre los algodones, hay cadáveres que semejan diminutos triángulos isósceles. Otros, semillas de amapola. Otros, en fin, a los que más arriba de la provincia de Córdoba llaman hitas y son un parásito característico de las palomas, filiformes como un cabello. Los guardo en un estante del armario que nunca llenaré con mi ropa.<br /><br />Fue en los visillos de las ventanas de los dos estudios donde, el 16 de marzo y cuando creíamos tener las cosas más o menos bajo control, apareció una multitud de puntos negros, un estampado móvil al que envenamos con Raid color violeta. Los llamé pulgas entonces. No son pulgas. Ese 16 de marzo, le ordené a Karina que se quitará toda la ropa, le di un vestido camisero que no uso, y se la hice lavar, junto con los visillos, a 90º. Nunca volví a colgar los visillos de las ventanas: están encerrados en bolsas de plástico de color verde transparente, las bolsas de residuos que venden los chinos.<br /><br />El estudio, se entiende, es un lugar poco propicio para el estudio. Tampoco traje a este cuarto mi sillón de lectura, que iba a ocupar una esquina, del lado de los armarios. Ni coloqué mi kilim favorito. Ni vengo aquí a menos que sea absolutamente necesario. Así, sin muebles ni tapices ni libros, el lugar da la impresión de un lago frío y grande en el cual unas tablas pintadas de blanco y sostenidas por tres cajoneras, donde se apoyan la PC, la notebook y el atril, esperan a algún náufrago.<br /><br />Ayer, aunque faltaba poco para acabarla, dejé de lado la traducción del ensayo de Pound para actualizar el curriculum de Bengt Oldenburg. Caía la tarde. Cuando cae la tarde o cuando ya es de noche, en el estudio no se ve nada, excepto lo que está enfocado por la lámpara de lectura. El plafón de plástico sujetado al centro del techo da una luz sin relieves y mortecina. Alguna vez pensé en cambiarlos, pero ya es tarde. Así, con esa luz que más que revelar lo que ilumina lo esconde en una penumbra amorfa, la tabla blanca bañada por el haz de luz era la barca de Queequeg.<br /><br />La tormenta estaba a punto de romper y había una agitación invisible en el estudio. Cerré las hojas de la ventana que está a mi derecha; el viento había arrastrado unos papeles y voló la ceniza del primer cigarrillo de la tarde. Miré sobre la mesa: blanca. Miré el suelo, una penumbra como de aguas estancadas. Miré a mis espaldas, nada. Miré mis piernas, todo era confuso, nebuloso. Apliqué la luz de la lámpara de lectura sobre mis muslos y estaban cubiertos de manchas rojas. La agitación subía por la espalda. Un pinchazo y un ardor se manifestó en los tobillos. En el centro de cada mancha roja se distinguía la hinchazón de una pequeña roncha.<br /><br />"Se acerca una tormenta, las hormigas corren de acá para allá", escribió Ernst Jünger en su diario el 24 de agosto de 1945. Acaba de enterrar sus escritos para que no los encontraran las tropas estadounidenses, que eran los aliados que entrarían en Kirchhorst. Jünger escribía cosas raras mientras un continente grande como Europa yacía en llamas y en escombros.<br /><br />Llegó Bengt y vino a mi encuentro en el estudio. Volvía de visitar un departamento con vistas a las copas de los árboles y al río. Entusiasmado, comenzó a describirme un plano imaginario. El edificio, dice, es de 1949, cuando quedaba cierta solidez en Buenos Aires. Le sugerí que fuésemos a un lugar mejor iluminado y levanté la falda del vestido de algodón negro que llevaba. Algo, tal vez las pulgas, había hecho una carnicería con mis piernas. Escocían, ardían, dolían. Me quité toda la ropa y preparé un baño con unas gotas de la esencia de jazmín de Just que me regaló Josefa. Sacudí el vestido, la ropa interior: no cayó nada. Alrededor del torbellino del agua que llenaba la bañera, giraban algunos puntos negros que parecían caer de la gran ventana del cuarto de baño principal. Quité el tapón, cambié el agua, pero algunos se resistieron a irse por el desagüe. El perfume de jazmines olía a una promesa limpia, diáfana. Me sumergí en el agua, la cabeza hacia atrás. Y entonces vi de cerca a dos, amplificados por esa lupa líquida y despatarrados.<br /><br />No eran pulgas: tenían alas. Unas alas diminutas, casi invisibles fuera del agua. Me incorporé a medias, me calcé las gafas y agarré una novela de Patricia Highsmith. No me gusta Patricia Highsmith, pero no pensaba leer toda la novela, tan solo un capítulo, para distraerme. Allí, rodeada de agua, me sentía a salvo. Me enjaboné con la última pastilla de Pears que me queda de España. Saqué el tapón, dejé irse el agua. Abrí la ducha y me enjuagué.<br /><br />Llamé a Bengt. Al salir de la bañera había notado que no había ni rastros de las ronchas y quería que él lo comprobara. Sí, sólo quedaba una en el estómago y otra sobre el omóplato derecho. En los brazos, el color de la piel se había unificado. Terminé de secarme y prescindi de las cremas. Mientras marcaba el número del celular de Karina, Bengt me decía que ya basta, que había que ir a ver a un dermatólogo serio, que alguna explicación habría para todo esto. A Kariña le pregunté cómo eran los puntos negros de los visillos que había envenenado el 16 de marzo. ¿Tenían alas? No sé señora, se movían y a mi pareció que tenían unas alas chiquitas que les salían de la cola. Entonces no son pulgas, Karina. ¿No son pulgas? No.<br /><br />No me gustan las novelas de la Highsmith porque no son novelas negras, son novelas de psicópatas y los psicópatas resultan aburridos, al menos en la ficción. De esta, Claude Chabrol hizo una excelente adaptación en <a href="http://www.youtube.com/watch?v=cgeY1adF0mA"><span style="font-style: italic;">Le cri du hibou</span></a>, en 1987. Me fui a la cama temprano y seguí leyendo, a pesar de la pésima traducción de Anagrama. El protagonista, Robert Forester, es un diseñador industrial que, para ganarse unos dólares extra, está ilustrando con insectos muy realistas el libro de un famoso entomólogo francés. Cerré el libro. Era demasiado.<br /><br />La piel ya no me escocía y me dispuse a dormir. Bengt ya estaba a mi lado. Había puesto las sábanas inglesas de color verde pistacchio. Me sentía bastante bien porque nuestro cuarto es, más o menos, zona conquistada. Pero no concilié el sueño; no podía dejar de pensar en ese ataque invisible, en la posterior desaparición de las ronchas y las rojeces. No podía dejar de pensar que estábamos dentro de una pesadilla ajena y que, tal vez, nos castigarían por ello. El departamento del Botánico, a pesar de todas sus bondades, no tenía calefacción salvo en uno de los cuartos que usaríamos de estudio. El resto, bombas de calor de las que me producen bronquitis y nunca llegan a calentar bien, menos un departamento a tres vientos en una ochava. Pensé en Suecia. Estamos pensando en Suecia. Un lugar que uno conozca, que sea menos hostil.<br /><br />A las dos de la mañana, otra vez los pinchazos, las quemazones. Bengt dormía y me apenaba prender la luz, pero en la oscuridad los insectos pueden ocupar todo el espacio que les ceda la imaginación. La sola perspectiva de que hubiesen invadido otra vez la cama se me hacía insoportable. Fui al cuarto de baño y observé cómo, poco a poco, surgían manchas rojas en las piernas y, al rato, volvían a inflarse las ronchas que estaban en sus centros.<br /><br />Desperté a Bengt y le pedí que se tomara su tiempo para despejarse. Cuando recién se despiertan, Bengt y su nieto Andrés son iguales. Sí, me dijo, están en los mismos lugares, son las mismas picaduras. Volví a bañarme. Se aplacaron. Pero cada dos horas y media volvían a aparecer. Me puse a escribir esta mañana para no rascarme; las ronchas hacen las veces de cilicio laico. Tal vez logre alcanzar un estado superior de la conciencia, que es el único modo en que se manifiesta hoy el perdón de los pecados.<br /><br />Mientras llego al final de este post, me doy cuenta de que lo que empezó como una crónica divertida que pretendía caricaturizar una novela de suspenso a partir de un misterio sin asidero se está tornando melancólica, casi lúgubre.<br /><br />Leí los diarios de Ernst Jünger hace 15 años. Hoy, los uso como otros usan el libro del I Ching: lo abro en cualquier página y siempre encuentro una respuesta, aunque no haya formulado pregunta alguna.<br /><br />El último párrafo de esa entrada del 24 de agosto de 1945 dice así:<br /><br /><span style="font-style: italic;">"Hay en nuestra vida interpolaciones oníricas, casi siempre secundarias, que recordamos mejor, con más claridad, que otros lapsos de tiempo en que ocurrieron muchas cosas. Así me ocurre a mí con aquel patio desnudo, rodeado de pisos de pequeños burgueses, en el que enterré papeles en los cubos de la basura. En todas partes se quemaban entonces papeles..."</span><br /><br />Después, las hormigas se echan a correr.<br /><br />Y lo de anoche, lo de anoche no eran pulgas.<div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Julieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-24025781815079196122009-03-30T11:36:00.010-03:002011-11-28T17:25:42.477-03:00Entomológicas IX<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzkUnn9pvtuIZhbZGjXZYyu80m5L2putfUmSABZmZYIhwMArW7wqx5-wixMbGENdZEWuzI_hbcTZi7Kp6RwHJgaZxm1JHwyuep8PhbnnNjP59Dq6rzIAGtP2jhij1FNJTQgiEymaRb-_8/s1600-h/pulga+en+%C3%A1mbar.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5318989797057796194" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzkUnn9pvtuIZhbZGjXZYyu80m5L2putfUmSABZmZYIhwMArW7wqx5-wixMbGENdZEWuzI_hbcTZi7Kp6RwHJgaZxm1JHwyuep8PhbnnNjP59Dq6rzIAGtP2jhij1FNJTQgiEymaRb-_8/s200/pulga+en+%C3%A1mbar.jpg" style="cursor: pointer; display: block; height: 200px; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 140px;" /></a>"Hoy tengo el exquisito placer de presentar a mi público la pulga originaria", escribió Gustav Mattsson --químico de profesión y divulgador científico sueco-- en el otoño de 1912.<br />
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El profesor R. Klebs, autor de una historia de la industria del ámbar en Prusia y de algunas páginas inolvidables sobre los hipotéticos y prehistóricos bosques de ámbar de la península de Samland, fue tocado por la suerte en el año 1900, pero murió sin enterarse. Cuatro años antes de dirigir la muestra colectiva "La industria del ámbar en Prusia", en la Feria Mundial de St. Louis de 1904, compró en Polongen, un pueblo costero cercano a Köninsberg, una cantidad importante de trozos de esta resina fosilizada.<br />
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El doctor<a href="http://www.bioone.org/doi/abs/10.2992/0097-4463%282007%2976%5B171:TSFTOK%5D2.0.CO%3B2"> A. Dampf</a>, un entomólogo que no se interesaba por la mineralogía sino por la Aphamiptera --la pulga corriente y moliente-- se encontró, a la muerte Klebs y para su regocijada sorpresa, con una donación que le cedía todos los trozos de ámbar atesorados por el profesor para que los usara en sus investigaciones.<br />
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El ámbar, que había compartido sepulcro con Tutankamón y había adornado el templo de Apolo, esa sustancia cuyo comercio había hecho poderosos a los vikingos de Svea, que vivían en el archipiélago llamado hoy de Estocolmo, esa resina misteriosa que tan bien entendió Plinio el Viejo en su <span style="font-style: italic;">Naturalis Historia</span>, seguía teniendo prestigio en 1900, pero entre los fumadores. Las boquillas de ámbar hacían furor en los salones elegantes y en los cafés literarios. Ya se sabía que este fluido no newtoniano podía contener en su interior las huellas de una vida extinguida hacía cientos, millones de años y las imperfecciones se pagaban a precio de oro. Como el ámbar puede volver a su estado líquido y luego solidificarse por manipulaciones con calor, trementina, aceite de lino y otros procedimientos, no faltaron los comerciantes de boquillas que introdujeron falsos fósiles en ámbar falsificado.<br />
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Pero lo que el doctor Dampf tenía entre las manos era ámbar en estado puro y no tardó en reconocer, en uno de los puntos negros que adornaba uno de los trozos cedidos por el profesor Klebs, una variedad de su querida Aphaniptera. Publicó su descubriemiento en el número 51 de la revista "Schriften den Physikalisch-Ökonomischen Geselshaft in Köninsberg" y llamó a esta pulga Paleopsylla klebsiana, en honor a su benefactor.<br />
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El entomólogo nos había dado <span style="font-weight: bold;">la pulga originaria, </span>porque si bien ya existía en los anales otra pulga prehistórica --la Paleopsylla wagneriana-- a la suya el doctor Dampf se atrevió a datarla en 500 mil años y, con esa datación, la wagneriana se convertía, así de un golpe, en una tataranieta tardía. Sin embargo, la observación más intersante fue que entre la pulga originaria, su tataranieta wagneriana y la pulga prusiana común, que provocaba escozores entre sus contemporáneos, no había diferencias pertinentes.<br />
<br />
Otra muestra de la persistencia de la Aphaniptera a tavés de las eras.<br />
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Si se parecían tanto, razonó Dampf, también tendrían hábitos similares. A saber: vivirían en el pelaje de los mamíferos y se alimentarían de su sangre. Y si era así, ¿en qué mamífero podía vivir como para quedar atrapada en la resina de los troncos altos de los bosques de ámbar descritos por el profesor Klebs con amoroso detalle? Había que encontrar a la ardilla fósil que le sirvió de huésped a klebsiana, pero mientras no apareciera, la Paleopsciurus dampfiana --una ardilla voladora de su completa paternidad-- bastaba.<br />
<br />
Un hecho adverso derribó la hipótesis: la pulga originaria no sólo se demostró ciega, sino que carece del menor atisbo de ojos. Este dato sí resultaba pertinente. Si las leyes de la evolución nos dan aquello que necesitamos en cada una de las etapas, la ausencia de aparato visual sólo podía indicar que klebsiana vivía en cuevas oscuras y profundas, lugar que no suelen frecuentar las ardillas voladoras.<br />
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Dampf nunca logró explicarse de qué manera klebsiana había terminado sus días atrapada en la resina de los pinos bálticos. Tampoco fue correcta su datación, porque klebsiana tenía, en realidad, 5 millones de años y, aunque murió en el Oligoceno, era una de las consecuencias de la infinita diversificación de insectos del tardío Cretáceo, cuando se produjo una extinción masiva de otras formas de vida. Klebsiana, además, aunque conservó su corona, fue expulsada del trono por otra pulga, la de la foto, encontrada en ámbar en la República Dominicana, cuyo deceso se ha datado en 25 millones de años.<br />
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Es más, hoy se sabe que Aphaniptera tiene, como nosotros, su eslabón perdido. Se trata de una Aphis prehistórica que se alimentaba de chuparle la sangre a las musarañas. Aunque es imposible probar que entre una chinche moderna y una pulga doméstica exista ninguna relación de parentesco, justamente para las pruebas imposibles existen los eslabones perdidos.<br />
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Si el doctor Dampf nunca resolvió el enigma de por qué Paleopsylla klebsiana había aparecido en ámbar, ¿cómo pretende uno saber cómo y cuándo han aparecido pulgas en su casa? Determinarlo es una aventura especulativa para la que se precisa cierta calma intelectual. Doña <a href="http://www.insacan.org/racvao/anales/2006/discursos/07_anales.pdf"><span style="text-decoration: underline;">Juana María Ortiz Sánchez</span></a>, sin embargo, afirma en la disertación para su ingreso como miembro de número en la Real Academia de Ciencias Veterinarias de Andalucía que "el parasitismo es compatible con un estado de salud que cumpla los términos de OMS, como el completo bienestar físico, mental y social o, según define el DRAE, como el estado en que el ser orgánico ejerce normalmente todas sus funciones". Y afirma que el fenómeno tiene 3.400 millones de años.<br />
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Se puede convenir con ella que, como la relación entre el huésped y el bicho es forzada, resulta un incómodo compañero de viaje.<div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Julieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-4665646293036019262009-03-29T18:31:00.004-03:002009-03-29T21:36:36.378-03:00Decir casi lo mismoNo es en la escritura mal llamada creativa donde uno aprende a penetrar en los secretos del inconsciente. Esto ocurre en la traducción.<br /><br />Durante años tuve el privilegio de ser el traductor anónimo de varios libros. Los libros me importaban mucho, porque los había elegido para publicar. Esto es, había ejercido sobre ellos el estadio más puro de la crítica: me jugaba el patrimonio para que otros también los leyeran. Encargaba la traducción a uno o a otro traductor profesional, aunque en materia de traducción literaria es difícil hablar de profesionalidad. Sin embargo, eso de ser un profesional funciona muy bien en un mundo que solo cree en la rentabilidad y hay traductores que, para subrayarla, afirman traducir sólo autores de tal o cual época, de tal o cual género literario. Lo cierto es que odian su trabajo y los entiendo. Muchas veces, y en especial con el inglés, sólo tienen un conocimiento superficial y pasivo del idioma. Otras tantas veces, se les encargan obras por las cuales no sienten la menor simpatía. Otras, se comprometen a encerrarse varios meses con obras que hubiesen preferido no leer. A todo esto hay que agregar una cultura literaria muy posmoderna, que todos ellos comparten, y que les ha impedido familiarizarse con los clásicos.<br /><br />Así, una vez, Anders Shandenhaus, lidiando con las memorias de Stephen Spender para nuestra editorial, se encontró ante una anécdota en la cual W. H. Auden, durante una larga jornada compartida con Spender atravesando la campiña inglesa, argumenta sobre el carácter cómico y acaso grotesco de la tragedia. Ambos poetas eran muy jóvenes. Para ilustrarlo, citó medio verso de Rey Lear. Shandenhaus no se detuvo en chiquitas y puso en boca de Auden (y de Shakespeare) las siguientes palabras:<br /><br />--¡Aullido! ¡Aullido!<br /><br />El verso original dice:<br /><br />--Howl, howl, you men of stone!<br /><br />Acaba de morir Cordelia. Pero como Shandenhaus no sabía de dónde venía la cita --tal vez ni siquiera sospechó que era una cita y lo consideró un capricho del autor-- ni se molestó en buscar Rey Lear, al menos para que lo instruyera sobre el sentido, y se contentó con el Collins. Es cierto que, según el Collins, "howl" es un aullido. Pero hay tantas palabras entre el diccionario y lo que dicen los hombres que se podría con ellas construir una escala a la eternidad.<br /><br />Decir casi lo mismo, como lo señala Umberto Eco en el libro del mismo título, es materia sobre la cual especular. No cabe duda, sin embargo, que Shandenhaus había dicho otra cosa.<br /><br />En estas circunstancias, como la voz del Collins es material y está fijada concisamente y en cambio la de los hombres fluye y sus fuentes son innumerables , lo que le queda al editor vocacional es pagar la cuenta, agarrar varios lápices y ocupar sus horas de ocio en retraducir, si es que conoce la lengua. Retraducir es una de las experiencias más exigentes por las que se puede pasar. Porque hay dos textos (o dos inconscientes): el original y el de la traducción fallida. Como ha pagado la cuenta y el nombre del falso traductor aparecerá en la portadilla y tendrá su correspondiente copyright , el editor vocacional no puede prescindir totalmente de ese texto, que muchas veces interfiere para alcanzar el sentido del original. Así, en la retraducción, lo que se obtiene es un "cuarto" texto, porque el tercero es el común entre el autor y verdadero traductor.<br /><br />Casi nunca sale bien del todo. El cuarto texto, digo. Pero la experiencia de lidiar con tantos inconscientes a la vez y lograr algo inteligible es apasionante.<br /><br />Para decir casi lo mismo hay que saber qué se dijo, algo que no resulta tan evidente para el verdadero traductor. La descripción que Stephen Spender hace de Hamburgo en los primeros días de la posguerra no solo pide conocer otros relatos de la época, haber visto algún documental, tener en casa las postales de la ciudad arrasada que se venden en las librerías de lance de París, conocer el cine de Fassbinder y, por supuesto, el inglés. Pide saber qué sintió Spender, qué teclas de su imaginario tocó aquella devastación. Es entonces cuando uno se queda a solas, ni siquiera con el poeta. Solo a solas. Y trata de pasar inadvertido, como si uno fuese nadie. Agazapado en esa soledad, en el mayor de los silencios, el verdadero traductor decide cuándo salir a la intemperie de un sentido que todavía no ha cuajado. Y a veces, solo a veces, regresa a la página de papel con un trofeo.<br /><br />Spender llamaba "novela autobiográfica" a sus memorias. Y aclara casi hacia el final del libro: "Yo soy yo: héroe de una novela autobiográfica virtual, en la que doy al héroe y a los otros personajes sus nombres reales y sus atributos". Esta obra entró al castellano en 1993 con el título <span style="font-style: italic;">Un mundo dentro del mundo</span>. Es un mal título y hoy lo cambiaría. <span style="font-style: italic;">World within World</span> evocaba con claridad el <span style="font-style: italic;">wheels within wheels</span> que, en inglés contemporáneo, equivale a nuestro castellano "cajas chinas", esas que, como las matrioshkas rusas, se meten unas dentro de las otras. Por esos años, La Biblia me quedaba lejos: había sido una lectura fraccionada y catequística de infancia y temprana adolescencia.<br /><br />Para vislumbrar el sentido del título de Spender tendría que esperar muchos años, hasta mi lectura de Ezequiel 1:16-17.<br /><br /><div style="text-align: center;"><span style="font-style: italic;">Y el parecer de las ruedas y su hechura parecía de Tharsis. Y todas cuatro tenían una misma semejanza: su parecer y su hechura, como es una rueda en medio de otra rueda.</span> <span style="font-style: italic;">Cuando andaban, andaban sobre sus cuatro costados; no se volvían cuando andaban.</span><br /></div><br />Todavía no sé cómo titularía esas memorias.<div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Julieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-87287979939029030552009-03-26T12:43:00.006-03:002009-10-13T22:59:13.480-03:00Entomológicas VIII (Un obituario)<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhP2DdmUs_IZPVuTfJednXpUj10r6x59xQw4aV2Tn8IrhJh-_DTdCpLhe1-lLvJA899OXPkTW78y-CaqJrsEdGSjpWJWkoa1zMi39_IxjYxzDex3Yf4wGqs-7ujMtqXeERofDrXxpoSCno/s1600-h/20060805145243_pigeon-eye-by-david-gifford.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 200px; height: 174px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhP2DdmUs_IZPVuTfJednXpUj10r6x59xQw4aV2Tn8IrhJh-_DTdCpLhe1-lLvJA899OXPkTW78y-CaqJrsEdGSjpWJWkoa1zMi39_IxjYxzDex3Yf4wGqs-7ujMtqXeERofDrXxpoSCno/s200/20060805145243_pigeon-eye-by-david-gifford.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5317522856255057922" border="0" /></a><br />El 15 de noviembre de 2003, moría Isaac Argentino Vainikoff, dueño y fundador del cine Cosmos. Ese mismo día, según cuentan las crónicas del edificio, Mme. Vainikoff abrió las ventanas del estudio de su marido a un revuelo de palomas de la zona de Congreso; el barrio de san Nicolás y el del Carmen incluidos. El estudio de don Isaac estaba ubicado exactamente en el mismo cuarto desde donde yo escribo ahora, pero cuatro pisos más abajo. Dicen que es excéntrica; yo creo, en cambio, que buscaba paz. Pablo Picasso confundió a más de uno.<br /><br />La primera persona del edificio con quien me encontré a las puertas del ascensor fue Mme. Vainikoff. Todavía no nos habíamos alojado aquí: estaban los pintores y nada sabíamos de por qué se habían marchado los antiguos ocupantes. Que disculpara las molestias, le dije, que dentro de unos días seríamos sus nuevos vecinos del séptimo.<br /><br />Mme. Vainikoff es una señora de rostro dulce, aunque no diría que sereno. Sus modales, de clase media cultivada, son impecablemente de clase media cultivada. Es más joven de lo que parece, pero el flequillo entecano y ensortijado que le cubre la frente puede engañar. No tiene arrugas. En realidad, su piel es de esas pieles privilegiadas que absorben la humedad ambiente, de manera que la arruga nunca se produce y, en estos casos, sólo el descolgamiento de los músculos del hueso --memorioso anfitrión-- puede indicar la edad, con gran posibilidad de errores. Para que todos me entiendan: hay una calidad lunar en el rostro magro de madame.<br /><br />Mme. Vainikoff es mucho más joven de lo que aparenta.<br /><br />Que no me preocupara, dijo, que los ruidos en los edificios se producen cuando hay mejoras. Que ella lo entendía.<br /><br />Llevaba ropa holgada y un carrito de la compra de esos fabricados con lona impermeable, donde uno no puede ver lo que hay dentro.<br /><br />Me pareció encantadora y me lo sigue pareciendo. Es, en toda la ciudad, la persona que mejor reacciona a los modales <span style="font-style: italic;">ancien régim</span> de Bengt Oldenburg, y eso la pone en una categoría aparte.<br /><br />Mme. Vainikoff me dijo su nombre, Tita. Y me confesó su radical nombre de pila: Justa. Me preguntó si yo también subía y, ante mi explicación de que esperaba a alguien, cerró las puertas del ascensor poco fiable. No volví a verla, salvo en ocasiones fugaces, cuando Bengt le da preeminencia en el ascensor y ella lo agradece discretamente.<br /><br />En el carrito de la compra de tela impermeable opaca, Mme. Vainikoff transporta maíz. Otras veces, cuando ha superado su presupuesto en palomas, migas. Las migas se las dan, según el testimonio tardío de Alfil, en una parrilla venida a menos que supo tener renombre. A dos cuadras de la casa. Las bolsas de maíz, en cambio, se las traen a domicilio desde el mercado municipal de la calle Córdoba. Nos contaron los vecinos, y el envenedador oficial de cucarachas lo confirmó en su visita mensual, que se las dejan en el rellano de su piso, al lado de la puerta.<br /><br />Mme. Vainikoff, tal vez previendo la indignación de los vecinos más cercanos, tiene varios comedores de palomas fuera del edificio. El que funcionaba frente a la farmacia tuvo que cerrarlo, pero el farmacéutico no me contó cómo lo lograron. Llegamos al tema Vainikoff una mañana que me presenté con los cadáveres de dos insectos diminutos, a los cuales les había pasado la plancha a temperatura para lino mientras alisaba una camisa de Bengt recién descolgada de las sogas que hay en el lavadero. Esto fue hace ya mucho tiempo. A comienzos de febrero. Le pedí que me dijera si sabía qué eran y, aunque usó una lupa, me recomendó ir a una veterinaria. El farmacéutico tiene una de esas sonrisitas sobradoras y al mismo tiempo retraídas que abundan tanto en la ciudad. Me dedicó una como quien perdona la vida y me recomendó comprar Raid color violeta. Él no lo tenía, pero lo encontraría en cualquier supermercado. Lo que sí quiso venderme fue un repelente de insectos.<br /><br />En el tubo de Raid color violeta se lee, en letras grandes, "pulgas y garrapatas". Aunque afirma que mata y previene, no surte mucho efecto.<br /><br />El sábado 15 noviembre de 2003, ante un dolor que no podía comprender, Mme. Vainikoff abrió las ventanas del estudio de su marido a un revuelo de palomas. El año 2003 no se había presentado sonriente para los Vainikoff. Don Isaac cumplía 93 y sufría de asma. Su hijo trataba de recobrar el prestigio de la sala después de muchos años de alquilarla a una empresa de bailes populares, que en otros tiempos se llamaron discotecas. Martha Argerich dio su estocada: en septiembre prohibió que se exhibiera en el nuevo Cosmos el documental <span style="font-style: italic;">Conversación noctura</span>, del francés Georges Gachot, sin dar explicaciones a la prensa. El documental se había pasado en varios festivales internacionales, pero nunca se estrenó en el Cosmos.<span style="font-style: italic;"></span> Mme. Vainikoff no lograba la aprobación de sus hijastros.<br /><br />Ese año 2003 estaba cargado de presagios. Aunque por entonces nadie lo sabía, se terminaba de filmar <span style="font-style: italic;">Tarnation</span>, de Jonathan Caouette, una película extraña en la que el director usa todo el metraje de cortos familiares filmados durante años para componer una historia de vida, la suya, digna de David Lynch. Lo que nadie sabía es que sería última película a exhibirse en el nuevo Cosmos, en enero de este año. El día 30, uno antes de nuestra mudanza al palomar, los diarios daban la noticia del cierre definitivo de la sala.<br /><br />Según el farmacéutico, tuvieron que cerrar porque no logran vender la sala. Según el farmacéutico, es porque Mme. Vainikoff se niega a firmar la compra-venta. Problemas de las sucesiones indivisas, dijo. Pero todo lo que dice el farmacéutico va acompañado de la sorna de su sonrisa, que le resta credibilidad.<br /><br />La señora Guglielmino, a quien también conocí en el ascensor, cuenta que vive con las ventanas del cuarto piso cerradas desde hace seis años y que, aun así, cada semana recoge alguna pluma de paloma. Lo hace, dice, con un trozo de papel de cocina o con un pañuelo descartable. Nunca a mano desnuda. La Guglielmino quería a la Vainikoff. Era tan joven cuando llegó al edificio en el 77, dice. Le comenté que teníamos un problema de pulgas y respondió: "Y de piojos también lo tendrán". Usted fumigue, me recomendó, y el 25 de febrero nos vemos en la reunión del consorcio de propietarios.<br /><br />Frau Flohe y Alfil estaban en Punta del Este.<div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Julieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4187525295910998041.post-75713619205987163122009-03-26T11:25:00.004-03:002009-10-16T19:08:41.860-03:00Cinéfilas III<a style="font-style: italic;" href="http://www.youtube.com/watch?v=DCdMJtEjpDg&feature=related">Aelita</a> (1924) con su estética ligada a los Ballets Russes, es la <a href="http://www.youtube.com/watch?v=0Ffa3Qa4ah4&feature=related"><span style="font-style: italic;">Metrópolis</span></a> (1927) del leninismo. Basada libremente en un cuento de Tolstoi, de esta distopia soviética se despierta, como de un sueño, a desencatadas consecuencias moralizantes.<br />No recuerdo que se haya estrenado nunca en el Cosmos.<br />En un cineclub de la calle Corrientes es posible alquilar una copia pésima en dvd. Vale la pena.<div class="blogger-post-footer">que no se pierda</div>Julieta Lionettihttp://www.blogger.com/profile/04077843151160242626noreply@blogger.com0