jueves, 19 de marzo de 2009

Entomológicas V


Habrá que entender a la pulga. Es mi convicción que, si entendiera a la pulga, me sentiría más segura.

Bengt Oldenburg y yo seguimos conduciéndonos como si viviésemos en Suecia, donde ciertos parámetros de convivencia, los básicos, están asegurados desde hace mucho tiempo. Esto, en cambio, es la selva. Sin embargo, cuando tuvimos que aceptar que había un problema de pulgas en el departamento al que acabábamos de mudarnos, cometimos el error de recurrir a la guía amarilla y llamamos a un fumigador. Eso sí, uno que se publicitaba con 66 años de experiencia y trabajos para la sanidad pública. Pero la historia del fumigador es para otro día; hoy quiero entender a la pulga.

No existe ningún insecticida que mate más que a la pulga adulta, pero los ejemplares adultos son sólo el cinco por ciento del problema, cuando el problema ya se ha hecho tan acuciante que detectarlo es sólo cuestión de un par de noches en blanco haciendo el papel de desayuno, almuerzo y cena del insecto. Por eso, los fumigadores profesionales, aunque no son claros y se contradicen tanto en los motivos como en los tiempos, recomiendan una segunda fumigación a los siete o quince días a partir de la primera. Los más radicales, los que quieren exterminar la plaga de raíz, proponen un envenenamiento del hogar cada dos meses, después de los dos primeros ataques masivos. Y lo dicen con esa cara que ponen los médicos de las series de televisión cuando diagnostican algo incurable al protagonista.

Todo lo que hemos hecho hasta hoy para desembarazarnos de las pulgas no sirve de nada, porque no se ha basado en la observación racional. Y mucho menos en la comprensión de la naturaleza verdadera y profunda de la pulga.

En una sola puesta, una pulga adulta desova 50 huevos y los pone en cualquier parte: tanto en la paloma huésped como fuera del huésped. Son mucho menos especializadas en este asunto de la reproducción que el escarabajo tan admirado por Jean-Henri Fabre, que solo pone sus huevos en las pelotas de estiércol que hace rodar con ahínco. En esta actitud despreocupada que la caracteriza está la razón de su inconquistable persistencia. Los huevos que caen por ahí tienen la costumbre de estacionarse en las alfombras, en las grietas de la pintura y de la argamasa, y en el polvo acumulado en los rincones de las casas.

[Lo que sobraba en el séptimo piso del palomar con vistas a la colegiata donde ahora nos alojamos eran las alfombras abandonadas, las grietas y el polvo acumulado].

Los huevos se transforman en larvas, que dos veces mudan de cutícula antes de hilar con su baba el capullo protector donde se transformarán en crisálidas. La cutícula es impenetrable para cualquier insecticida conocido. Si hace mucho calor y el tiempo es húmedo, la larva tarda una semana en pasar a su próximo estadio. En climas más moderados, tres. Enero fue relativamente fresco y tuvimos un febrero tórrido. La crisálida o pupa permanece inactiva en su quiescencia hasta que siente la proximidad de un huésped posible y revienta en su total madurez. La pulga. Esta pulga propiamente dicha busca morder de inmediato todo aquello que exhala dióxido de carbono, esto es, toda la vida de sangre caliente que la rodee. Pero esta avidez se combina con una frugalidad monacal que también contribuye a su persistencia: puede pasar meses sin realizar un solo festín de sangre.

[La razón por la cual siento que la piel me arde y el cuero cabelludo me quema mientras estoy en mi estudio es que, en personas hipersensibles, también llamadas alérgicas, la sola presencia de la pulga o de su larva provoca escosores . Por eso, de mi incomodidad permante sólo puedo mostrar cuatro o cinco ronchas cada dos o tres días. Una bicoca.]

La frustración que ha seguido a todos nuestros intentos de convertir el séptimo piso del palomar en un hogar se debe, entre otras cosas, a que el período de maduración de las larvas sólo se conoce en teoría. Las variaciones son muy específicas y dependen de la especie y de las condiciones naturales. Una larva puede madurar en una semana o en seis meses. Ya convertida en pupa, su vida quiescente puede prolongarse por una semana o por un año. Hay 200 especies de pulgas. El clima de la ciudad de Buenos Aires está cambiando, como el de Barcelona o el de Petrograd.

Así las cosas, además del insecticida periódico que nos afecta más a nosotros que a las pulgas, necesitamos un esterilizador que pueda esparcirse en forma de lluvia fina sobre los huevos, que no sabemos dónde están. Tal esterilizador no existe.

El conocimiento íntimo de la pulga no es de adquisición sencilla, en especial porque no son fáciles de avistar. Las delatan sus heces, que a simple vista parecen semillas de amapola. De esas heces se alimentan las larvas y esas heces no son más que la sangre coagulada descartada por la pulga adulta.

[Cuando Andy y Andrew subalquilaron el ático de Chueca a Friedrich y LaBella, los cajones de los armarios estaban llenos de restos de excrementos de gato. En la cómoda de hondos cajones que Frau Flohe nos dejó generosamente, encontramos decenas y decenas de semillas de amapola].

De este estudio más detallado de la vida de la pulga extraigo algunas certezas:

Primera certeza: la plaga estaba en la casa antes de que llegáramos.

Segunda certeza: Frau Flohe no vivía aquí.

Tercera certeza: Alguien vivía aquí.

Cuarta certeza: Frau Flohe no es Catherine Deneuve.

(continuará...)

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