jueves, 6 de mayo de 2010

Anatemas griegos

Nosotros, los abajo firmantes, hemos recibido, de miles de ciudadanos y de quienes actualmente cumplen con el servicio militar, pedidos para que excomulguemos a Eleuterio Venizelos por traición a la Patria. Ha vendido a nuestro pueblo a los ingleses y a los franceses. Es el responsable del documento de los tres Poderes, que causó amarga pena a nuestro querido Rey. Esa nota le fue entregada para a obligar a nuestro noble Rey a nombrar Primer Ministro a ese ese cabrón senegalés vendido, Venizelos, culpable de haber inducido el incendio del Palacio.
Hemos procedido, entonces, a excomulgar a ese traidor, Venizelos, rogando que le castiguen las siguientes plagas: las llagas de Job, la miseria de Jonás, la lepra de Johava, la oscuridad de los muertos, las penas de los moribundos, los truenos del infierno, y la maldición de Dios y de los hombres. Y el mismo anatema castigará a todos los que le otorguen su voto en las próximas elecciones. Además, rogamos para que las manos de estos votantes se atrofien y se vuelvan mudos y ciegos. Amén.
La historia moderna de Grecia refleja una constante turbulencia política que ha dejado huellas en la sociedad y en muchas de sus figuras destacadas. Este anatema fue difundido en Atenas en 1916 y citado por el historiador británico Compton Mackenzie en el tercer tomo de sus memorias de la Primera guerra mundial, tituladas Greek Memories. Los firmantes de este texto eran el metropolita Ambrosio y el arzobispo Nicéforo.

Para desencriptar el anatema es preciso recordar algunos detalles de la situación política griega en 1916. El cretense Eleuterio Venizelos fue Primer Ministro de Grecia, por primera vez, entre 1910 y 1915. Ese último año, pese a ganar nuevamente las elecciones al frente del Partido Liberal, fue depuesto por Constantino I, el rey germanófilo. Venizelos, amigo de la Triple Entente, regresó a Atenas en 1917 y, bajo el reinado de Alejandro I, volvió a ganar las elecciones cuyo resultado querían impedir Ambrosio y Nicéforo con sus oraciones. Muy a pesar de ellas, Venizelos fue Primer Ministro por segunda vez y a ningún votante se le atrofiaron las manos. Tampoco se tienen noticias de que hubiera una epidemia de ceguera ni de mudez en el reino. El epíteto senegalés, que hoy puede resultar oscuro además de políticamente incorrecto, es sin duda una referencia a las tropas coloniales francesas que luchaban del lado de los Aliados y que fueron blanco de denigración racista por parte quienes apoyaban a las Potencias Centrales.

El anatema tampoco había impedido la abdicación de Constantino.

Venizelos fue depuesto en 1920, pero volvió al poder en 1924, 1928 y 1933. Su hijo, que se llamaba Sófocles y fue jefe del gobierno en el exilio en 1944, resultó elegido tres veces para el cargo de Primer Ministro. Lo que se llama una familia tenaz.

Si viviese ahora, el prusiano Otto von Bismarck, apodado el Canciller de Hierro, seguramente calificaría a la Grecia actual como "el hombre enfermo de Europa". Angela Merkel se cuida de hacerlo, pero ha sido una de las críticas más beligerantes contra el paquete de rescate de 140 mil millones de dólares necesarios para salvar a la una vez más tambaleante Grecia. Tal vez con lo que Angela Merkel esté soñando sea con la salida de Alemania de la trampa del euro, aunque signifique la caída de muchas otras economías europeas y el triunfo absoluto en el continente del proyecto neoclásico del Brave New World.

No es probable que Yorgos Papandreu, nacido en Minnesota y miembro de otra dinastía de primeros ministros, sea excomulgado por los duros ajustes aprobados hoy en el Parlamento y que amenazan con una explosión social que se lleve aun más vidas en las calles de Atenas. El estado de las finanzas griegas no es responsabilidad única de los griegos. Las ondas del shock, arteramente dirigidas, también le llegan de parte de especuladores allende el Atlántico.

¿Cuál será, esta vez, el toro capaz de sostener a Europa?

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