domingo, 6 de septiembre de 2009

El escudo de aquiles

Auden: "The Shield of Achilles"

Leía anoche a Nicole Loraux, que me hacía leer a Heráclito en este fragmento:

También el potaje kykeón se descompone [diístatai] al no menearlo [me kinoûmenos].

La lectura política de esta hermosa reflexión encerrada en un juego de palabras es: "si no hay agitación, hay división". O, como propone finalmente Loraux, "sin conflicto, habrá división". Y en esta perfecta, porque física e imaginada, descripción del conflicto en suspenso [el brebaje kykeón es una suspención hecha de agua y harina de cebada] sentí nostalgia de la Ilíada, concretamente, del momento en que Efestos fabrica el escudo de Aquiles, con las dos ciudades: un Génesis griego donde lo que se crea no es la Naturaleza, sino el cuerpo político donde habitará el sujeto griego, donde el sujeto se hará inteligible. Con osadía, digo, el sujeto occidental y la imposibilidad del paraíso perdido.
Eran las dos de la mañana y leía en la cama. Apagué la luz buscando en la memoria --la única biblioteca válida-- los versos, pero no los recordé. La biblioteca, la otra, la que nos convirtió en cyborgs desde Alejandría, sigue encajonada: cajas de cartón con prescinto plástico que se resisten a mis intentos de poner orden, un orden que se me escapa desde hace tres meses.
Esta mañana, sobre las migas de las tostadas y la tetera todavía tibia, le conté a Bengt sobre Heráclito, le conté la anécdota que refiere Plutarco, que no entiende porque, aunque griego, ya es un romano . Es el día en que Heráclito es llamado a la Asamblea y no pronuncia una palabra. En el ágora, lugar de la palabra, Heráclito calla y gesticula. La pregunta que le han formulado es sobre qué es lo mejor para conservar la armonía cívica. Sin abrir la boca, en una crátera mezcla agua, harina de cebada y unas hojas de menta [el krykeón de los misterios eleusinos], lo agita hasta convertirlo en una suspensión, se lo bebe y se marcha.
Entonces, volví a sentir nostalgia de la Ilíada y convinimos en que haríamos una grasse matinée y perderíamos parte de la mañana en leer juntos, y en voz alta, la descripción homérica de la fabricación del escudo de Aquiles. Pero la biblioteca está encajonada y sólo me quedaba el recurso de la web. No tenía ganas de leer la traducción de Butler, que es la que salta a la primera búsqueda de Google, la quería bilingüe, en griego y castellano, pero la edición de Gredos no es de libre acceso. Lo leímos de todas formas, aunque algo decepcionados. Y allí apareció, ¿qué? este poema de Auden que desconocía.
Lo escribió en 1953, sobre la huella todavía humeante de los campos de exterminio nazis de la Segunda Guerra, en el año en que moría Stalin y dejaba la sospecha de un stalinismo triunfante. Este escudo de Aquiles es lóbrego y no hay ciudad, mucho menos dos ciudades. El cuerpo político habitado por el sujeto occidental hacía tiempo que había estallado en pedazos.

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